Pamukkale y Afrodisias Viaje mochilero Pamukkale y Afrodisias
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Pamukkale y Afrodisias

Viaje mochilero Pamukkale y Afrodisias

En Pammukale el día se presentaba intenso. Japoneses y chinos por todas partes.La proporción asiático no asiático allí era aproximadamente de diez a uno. Todo está pensado para los asiáticos, hasta la gastronomía está adaptada a ellos. En definitiva, un paraje único y muy fotogénico un tanto arrasado por el turismo. No lo recuerdo como algo especialmente memorable aunque sí bastante llamativo dado que a todo el mundo le gusta andar por las nubes.
 
Los pensamientos parecen no materializarse hasta que los expresas por escrito. Luego desaparecen igualmente. Unos pocos, tal vez, revivan pasado un tiempo. Algunos lo harán por tu simple voluntad, otros lo harán por mucho que no quieras y, esos, mucho me temo,  los cargarás contigo toda la vida.
 
Me gusta tener un horizonte. Tal vez por eso viajo. Me siento vacío si no tengo un proyecto al que agarrarme. También me siento vacío cuando no tengo a nadie con quién compartir mi pasión. Y es que no se trata tanto de compartir viaje como de compartir una pasión. Una pasión que tiende a crecer entre viajeros auténticos y se vuelve estéril cuando no puedes compartirla. Supongo que me gustaría encontrar un auténtico compañero de viaje.
 
Mi experiencia me dice que a la mayoría de gente no le interesa aquello que se sale de su cotidiano. Al menos, a la mayoría de gente que he conocido. Muchos aparentan que no es así, tal vez incluso lo crean. Como todo lo fingido, no se tarda mucho en descubrir al impostor.
 
Tras el madrugón en Pammukale, el objetivo para mi último día de viaje era llegar hasta la inaccesible Afrodisias. Si anteriormente con cierto estoicismo pude librarme de diversas excursiones organizadas, en el caso de Afrodisias la visita por libre rozaba el masoquismo. Si te decides a echarle valor quedarás expuesto a lo que te depare la diosa fortuna para poder volver a Denizle, el pueblo clave sobre el que basculan las escasas comunicaciones de la zona.
 
A las 11.30 había cogido un dolmus desde Pammukale a Denizle. Luego empalmé con otro a Nazilli, otro a Karucako y por fin, otro hasta Afrodisias. Una odisea que con suerte se puede hacer en tres horas. Afrodisias está bastante fuera de las rutas turísticas lo cual me permitió perder de vista a tanto asiático y relacionarme de nuevo con la gente local durante el trayecto. Gran parte del mismo me lo pasé, de hecho, jugando con unos zagales de lo más divertidos.
 
Afrodisias es imprescindible. Mágica. Las ruinas de Afrodisias traspiran historia. Salvando la distancia son las Pompeya/ Herculano de Turquía. Más modestas, tal vez, pero más autenticas de experimentar para el viajero independiente. Sin ser ruinas, supongo, tan ricas para los especialistas o puristas en arqueología, afirmo que cuentan con construcciones apasionantes para un neófito. Y, como digo, más importante, poseen  la magia capaz de transportarte miles de años al pasado.
 
El estadio de Afrodisias me impactó sobremanera. El hecho de poder disfrutar de un estadio de la antiguedad con capacidad para treinta mil personas  en absoluta soledad hizo del momento algo realmente especial. El foro, el Hamman o la inmensa piscina de doscientos metros de longitud hacen de Afrodisias un lugar irrepetible. Las dificultades de acceso para el turista allí, no sólo protegen a Afrodisias de las masas sedientas de selfies, sino que permiten que los edificios sigan allí, como animales salvajes en mitad de una naturaleza que rivaliza en belleza con la propia arquitectura.
 
Como os podéis imaginar, escapar de allí, volver a Denizle y coger mi autobús de vuelta a Estambul fue otra odisea. Para empezar no había dolmus de vuelta. Taxi tampoco. No me quedó otra pues que hacer autostop de nuevo. Me cogió una motillo y durante media hora fui de lo más a gusto disfrutando de unos paisajes que ganaban en belleza al atardecer. Le solté diez liras por las molestias. Luego dolmus fue y dolmus vino. Como casi siempre, con la lengua fuera y gracias a que las sucesivas combinaciones fueron como la seda, llegué justo a tiempo de pillar un último autobús que me llevaría a Izmir, luego avión de vuelta a Estambul, final de mi viaje por Turquía.

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