Jodhpur Viaje mochilero Jodhpur. Por libre. En solitario. Relato viaje.
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Jodhpur

A las seis pillamos el bus. Es peor de lo que pensábamos. El viaje no pasa demasiado lento. Algunos paisajes recuerdan a la Savana africana. Cerdos y bueyes en los pueblitos. A una hora de llegar se nos pincha una rueda. Al final, en seis horas estamos en Jodhpur.

La salida del bus es apoteósica con gente viniendo por todos lados. Elegimos al conductor de rickshaw que grita menos. Como es de rigor, nos lleva a la guest house donde le dan comisión. Buscamos un Haveli(antiguo palacio). Encontramos uno espectacular. Incluso nos enseñan las suits de lujo (a treinta euros la noche). Nos quedamos en una habitación muy chula por unas 400 rupias.

Los catalanes maduritos no paran de desvariar. Están muy desorganizados y apenas conocen nada de las ciudades a las que van. Yo, para quitármelos del medio, digo que me voy a duchar y echarme una siesta. Al poco salimos a dar una vuelta Blanco y yo. El barrio es imponente. Nada que ver con la locura de la zona de los bazares y Clock Tower. Tonos azulados en las fachadas. Es entonces cuando encontramos a Youtube.

Andamos por el barrio antiguo y una moto pasa volando a nuestro lado. Un chico muy joven nos saluda y educadamente se presenta. Es estudiante de inglés. Hay buenas vibraciones y tras charlar un rato le pedimos que venga con nosotros. Habla bien inglés aunque la moción le hace hablar más rápido de la cuenta. Es hijo de militar lo que, en La India, implica tener pasta.

Nos lleva a un lago precioso muy escondido en una de las laderas del fuerte de Mariwar. La puesta de sol con el castillo a nuestra espalda y la ciudad azul de frente es espectacular. Muy agradecidos, le insistimos en que le debemos una invitación y quedamos más tarde.

Nos monta en el rickshaw de su amigo y nos insiste en que no nos preocupemos por el dinero. Su amigo se comporta de manera muy agradable. Pensamos que, tal vez, haya un rollo de castas entre ellos. Cenamos en un restaurante especializado en Thalis. Invitamos a nuestro amigo el estudiante.

Previamente Youtube había insistido en llevarnos a la tienda del gobierno. Habíamos leído que en esta tienda se encontraban buenos precios así que fuimos de buena gana. Compramos una camisa de tela y un par de figuras. Aunque hubiera comisión de por medio, no nos importaba. Fue el primer indicio de por donde iba la cosa.

Fuimos a beber una cerveza al On The Roads, el bar de moda de Jodhpur. El gesto que el chaval le hizo al portero aumentó nuestra desconfianza. Nos insiste en que bebamos. Nos dice que invita él. Al final, pone cien rupias, su amigo, nada. Las otras cuatrocientas, las ponemos nosotros. El segurata se parecía a Roberto Dueñas pero, si cabe, más feo.

Con la mosca detrás de la oreja y la sensación de haber sido timados, volvemos a casa. Por lo menos, no le pagamos el rickshaw. Youtube nos insiste en que «tomorrow is my party».

Segundo día en Jodhpur. Sacamos el billete de tren para Jaysalmer. Luego vamos al castillo de Jodhpur. Nos fascina tanto por dentro como por fuera. Tiramos de audioguía para comprender lo que vemos.

Comemos en un pizza Hut que nos pasa una encuesta de satisfacción. Tras escribir que la cantidad era escasa me invitan a un trozo de pizza extra y al final, tanta gentileza me hace hasta arrepentirme de haber sido tan duro con ellos.

Con el estómago lleno vamos al palacio del Marajá. Recomendable.

Prueba de fuego. Nos reencontramos con Youtube. Fingimos no tener dinero. Ni él, ni su amigo el boxeador tienen tampoco. El colega que ya se veía nuevamente a gastos pagados se pilla un cabreo interesante. Les soltamos algunas indirectas que hacen que Youtube se haga el falso ofendido. Insiste en ir a cenar al restaurante de su primo. Aprovechamos que se retrasa a la cita para huir despavoridos.

Vamos a la estación de trenes para coger un tren nocturno. La impresión del tren totalmente a oscuras acojona. Fantasmas en la noche. Los minutos que pasaron desde que entramos hasta que nos tumbamos fueron eternos. El revisor se acerca y nos pide sin mucha sutileza una propina por su ayuda. Nos hacemos los tontos.

Cuando el tren está a punto de salir, sorpresa, se presenta Youtube. ¡Qué coño hace este tío aquí! Nos pide perdón por el retraso. La invitación, nos dice, queda pendiente. ¡Claro! ¡Amigo! ¡Volveremos a buscarte el viernes! Estupefactos y desconcertados respiramos aliviados cuando el tren se pone en marcha.

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