Aquí en Kerman, mientras me como un bollo duro con algo parecido al chocolate, en un local, incrustado en el corazón del bazar, me dispongo a meterle mano al relato de mi viaje mochilero a Irán de mayo de dos mil catorce. Para ello, debo remontarme primero a los preparativos del mismo y a mi primer intento fallido de visitar este país que tuvo lugar en dos mil trece.
En dicha ocasión fui tan oportuno que saqué el billete de avión coincidiendo con las elecciones generales lo cual en la práctica complicó notablemente la expedición del visado y, aunque hice un intento desesperado para conseguir un permiso en frontera de última hora, me cerraron las puertas en las narices y me vi obligado a tirar un poco más al oeste, a Omán. Ahí empezó otra historia.
En dos mil catorce todo ha ido rodado y gracias a la agencia iransara.es ni siquiera he tenido que desplazarme a Madrid para que me estamparan el visado. El vuelo he terminado por reservarlo con Pegasus, compañía que desconocía y que al parecer vuela a destinos interesantes. Trescientos euritos desde Madrid hasta Teherán, con tránsito en Estambul.
En este instante se me sienta enfrente un colega y empieza a comerse un nada apetitoso Kebab. Al parecer, cuando ya no quedan mesas libres los que estamos solos debemos compartir mesa. Menudo éxito tiene este sitio ¡¡lleno a rebosar a las diez y media de la mañana!! Me da la sensación de que aquí los horarios van muy vinculados al sol y eso implica que el almuerzo se acabe adelantando aunque las diez y media para almorzar me parece excesivo. ¡¡El colega de enfrente devora!!¡¡Ya se ha comido el Kebab!!
Al llegar a Teherán le “echo el ojo” a una pareja que lleva una guía como la mía. No me apetece demasiado engancharme a españoles tan rápido pero casi resulta inevitable dado que coincidimos en Madrid al facturar, en el tránsito, en el avión y luego están a mi lado en la frontera aeroportuaria.
Un poco antes, en el avión, voy charlando con un joven arquitecto mitad alemán, mitad iraní. Me cuenta que se siente extraño cuando vuelve a Irán pues lleva toda su vida en Alemania y su mentalidad está muy influida por dicha cultura. Viene a ver a su abuelo enfermo al que parece le quedan escasos meses de vida. La conversación surge fluida y le sorprende que haya decidido venir a Irán con la mala prensa que actualmente tiene dicho país.
Ya en la cola para entrar al país (eterna, por cierto) comienzo a charlar con la pareja de Burgos que resulta ser de lo más amable. Él trabaja en televisión y ella es trabajadora social. Inmediatamente compartimos experiencias (¡¡¡arriba Gamonal!!) político- laborales.
Esperamos en el aeropuerto hasta el amanecer, cambiamos “pasta” (mal cambio, mejor en Teherán) y pillamos un taxi hacia el centro de la ciudad. Ellos tienen pensado coger hostal y yo pirarme de Teherán en cuanto pueda. La ciudad no me decepciona pues no traía expectativa alguna. Es un puto caos y con el cansancio que arrastro se me hace insoportable.
En cuanto puedo (tras desayunar un par de pasteles por la calle) y echar un vistazo al bazar me dirijo, ya sólo, a la estación de tren, para lo cual debo coger un autobús tras otro y sumergirme en el caos, con cruces de carreteras continuos en los que te juegas la vida. Tampoco me aclaro con los billetes pero, para mi sorpresa, acabó llegando a buen puerto. Con la ayuda (o el guirigai) de 6 o 7 iraníes, consigo hacerme entender y logro comprar un billete para Kerman en el tren nocturno y además pillo litera ufff
Me tiro en el infecto pseudo jardín que rodea la estación. Observo a un chaval tumbado en la sombra más próxima a la mía que lleva una camiseta repleta de hojas de Marihuana. Antes de marcharme le pregunto que si habla inglés y me dice que no. Me quedo sin saber si tiene puta idea de lo que lleva encima.
Estoy exhausto. Necesito dormir. Pregunto a varias personas por el parque más cercano. Nadie habla inglés. Al final un muchacho me lleva en moto al parque Guirir a cambio de diez mil reales. Duermo.
Me levanto por casualidad en tiempo para intentar llegar a mi cita de las dos con Jesús y Laura. Busco un taxi. No paran. No entiendo que pasa. Siguen sin parar. Se cruza una pareja de policías. Les digo que no sé que pasa pero que ningún taxi me hace ni puto caso. Mandan parar un taxi que me acerca a la plaza Homeini. Pensaba que desde allí sabría llegar pero me vuelvo a perder. Me mandan a un hotel que se llama parecido al mío. Desesperación.
Encuentro milagrosamente la tarjeta del hotel. Un “kinki” se ofrece a llevarme en moto. Le doy las gracias con enorme insistencia. Por fin algo de la famosa hospitalidad iraní. Me pide cien mil riales ¿iranian hospitality? le digo indignado.
En el hotel no están los de Burgos. Pido la llave en recepción. Me dicen que «ni de coña» en farsi. Espero. Son las tres y me voy a comer. Me recomiendan un sitio que no está mal donde zampo un kebab de pollo que no pasa a la historia.
Vuelvo sobre las cuatro y media y a lo lejos, saliendo del hotel, veo a los dos burgaleses. Corro hasta ellos. También se han encipotado y han llegado tarde. Me despido, les digo que me piro y tal. Me ofrecen darme un duchazo antes de salir. Salgo para la estación.
Pruebo el metro de Teherán que resulta especialmente caótico hasta el punto de que no tengo ni idea de por donde salgo. Se me arremolina la gente alrededor y me preguntan todo aquello que su limitado inglés les permite. Con la ayuda de varios chicos que hacen el servicio militar cojo un taxi privado que me acerca a la estación. Ese tren nocturno es el paraíso. Encima tengo cama.
Entablo conversación con un hombre que debe tener mi edad y que viaja en mi compartimento. Me comenta en un inglés básico que ha ido a Teherán para comprar una máquina para su imprenta. Viaja junto a su ayudante.
KERMAN
Al llegar a Kerman (su ciudad natal) se ofrecen a llevarme pues vienen a recogerles con el coche de la compañía. Me propone alojarme en el hotel Naz, algo alejado del centro y me llevan hasta el bazar donde me dejan pues creen que es el mejor lugar para iniciar la visita a la ciudad.
Con la mochila a cuestas deambulo por el bazar y comienzo a meterle mano a este diario de viaje. Me siento a fumar un cigarro en la plaza principal y contemplo como un artista ambulante hace un truco bastante cutre que consiste en meter a una culebrilla en una botella. Me compro unas chanclas para la ducha. Busco un lugar donde conectarme a Internet y compruebo que eso en Irán no es tarea fácil.
En una tienda de comestibles conozco a Hussein que tras dudar al principio un poco me ofrece el ordenador de su tienda para conectarme. Imposible acceder a hotmail por la censura. Finalmente consigo mandar un mail con el email del curro. Entre pitos y flautas hacemos buenas migas el tal Hussein y yo. Le pregunto si le apetece que nos veamos otro día. Quedamos el día siguiente por la tarde.
Me dirijo de nuevo al bazar con la idea de entrar en un Hamán que me había parecido ver. En dicho Hamán lo que había era una tetería-restaurante espectacular. Y aprovecho para tomarme un té con canela mientras escucho música tradicional (utilizan un instrumento parecido al sitar).
En esto comienza a hablarme un chavalito de la mesa de al lado y entonces descubro que a su lado se sienta un “bilbaíno-granaino” que iba con él. El chaval era estudiante de inglés y aprovechaba para practicar con los turistas. Ya juntos, nos pasamos a la sala de al lado y aprovecho para probar el famoso dizi que me acaba encantando.
Manuel era un viajero independiente con bastantes kilómetros a sus espaldas. Su especialidad, el sudeste asiático. Funcionario de profesión, hay buen “feeling” entre nosotros y decido apuntarme a su plan de visitar Bam, Maham y Rayen al día siguiente. Al parecer compartiremos escapada con un alemán que también se ha apuntado.
Tras el papeo zanganeo un poco por un bazar ya bastante muerto y tiro para el hotel Naz. Todo lleno. Lo mismo el hotel de enfrente. Termino en una guest house bastante cutre pero que me hace el apaño de sobra por apenas cuatro euros noche.
Por la tarde había quedado en pasarme por la imprenta del otro que se encontraba a escasos metros de mi guarida. Lo pillo en plena faena dirigiendo la imprenta desde su oficina en la entrada de la misma. Me da la sensación de que intenta darse importancia mandando a unos y otros. Trabajan unas quince personas allí. Me enseña la imprenta por dentro y me ofrece un café. Los trabajadores muy amables se deshacen en atenciones.
Media hora más tarde se escapa del trabajo y me lleva a dar una vuelta por la ciudad en un coche modelo iraní de los que circulan por todas partes. Me lleva a la torre y me cuenta la historia del Camel milk que viene en cualquier guía y que yo ya he olvidado. Luego vamos a Jungeland Park, unos jardines a la falda de la montaña en la propia ciudad. Con su escaso inglés me va indicando algunos de los lugares emblemáticos de la ciudad como la cárcel o la universidad.
Vuelvo a mi básica guest house y poco después salgo a explorar el barrio. Le echo un ojo para luego a un sitio de “fumeteo” con shisha. Me meto a papear en un asador de pollos muy ambientado. El sitio es agradable. Se nota que por allí pasa medio barrio y la forma en que te sirven las patatas fritas es antológica pues les echan “tropecientas” especias y salsas diferentes. Ñam ñam.
Me voy a fumetear y noto que en cuanto saludo en inglés todos los ojos de los clientes de las dos plantas del Shisha place se posan en mí. Al poco me rodean tres parroquianos y luego se unen 7 u 8 más. El problema, al margen de la media de edad de los chavales que ronda los 16, es que ninguno habla mínimamente inglés. Una hora más tarde, tras avisarle por teléfono, aparece un colega que al parecer vive en la india y que se maneja bastante bien en inglés. Aparece «el pavo» y a partir de entonces aquello se convierte en un interrogatorio en toda regla con traductor incluido.
Mientras degustamos shishas de todos los colores les enseño mi tabaco de liar, nos hacemos unas fotillos y hasta echamos una partidita de Backgamon (muy popular por estos lares).
La cosa se me va un poco de las manos y me acabo plantando en el albergue pasadas las tres de la mañana. Esta cerrado.¡¡Joder!! Me veo durmiendo en un parque aunque no tengo ni puta idea de donde habrá uno. Tras diez minutos golpeando la puerta que se me hacen eternos sale un chaval comprensiblemente cabreado diciendo en farsi que qué pasa con mi rollo, que esto no son horas. Le pido disculpas y le vengo a decir que se me ha ido «el perolo», que me he olvidado que estoy en Irán y tal…
Tras tres horitas de sueño hago la proeza de levantarme a las siete para la excursión con Manuel y un superhéroe alemán.
RAYEN-BAHAM-KERMAN
Una serie de prejuicios e intuiciones me llevan rápido a la conclusión de que el alemán era el tipo de viajero que no trago, que va de listo, siempre a la suya, que no aporta nada y que en cuanto puede, te la clava. El día anterior el menda le había dicho a Manu que “ok, mañana vamos juntos si quieres, hasta cuatro en el coche me parece bien, eso sí, yo voy delante”. Nada más llegar al coche se pone delante.
Para colmo Manu le tiene que estar diciendo una y otra vez que baje la ventanilla, que vamos en autopista y que le da todo el aire en la cara. Cinco minutos después, vuelve a bajarla. Comentarios como “para la mierda de cámara que tenéis mejor utilizáis un smart phone», sin conocernos de nada, tampoco le hacen ganar en popularidad.
Con los iraníes tiene el típico comportamiento colonial como si se encontrara en una atalaya de sabiduría, superioridad moral y experiencia que el pobre iraní no puede siquiera soñar con alcanzar. En realidad el Indiana Jones de pacotilla no era mala gente, solo comento algunos detalles.
Rayen muy chulo. Una ciudadela de dos mil y pico años construida entera en adobe.
Bam arrasado. En dos mil catorce no habían levantado ni una cuarta parte y aunque se intuye la majestuosidad de lo que debió de ser aquello no merece la pena ni de coña desplazarse hasta allí tras el terremoto. Éramos los tres únicos turistas y eso era por algo.
A Maham de vuelta tras una comida en el Tigray, lugar muy recomendable, frecuentado por locales , al aire libre donde puedes disfrutar allí tirado en unas hamacas familiares de una excelente comida. Los jardines de Mahan son bastante resultones y merecen una vista.
Luego fuimos a la tumba de un poeta de cuyo nombre no quiero acordarme o tal vez no pueda. El mausoleo merece mucho la pena especialmente por el ambientazo que se gastan los iraníes tanto en el interior donde se reza y se lee poesía, como en los alrededores del mismo. El día que fuimos se repartía sopa en conmemoración del día del padre.
DE VUELTA A KERMAN
Volvemos sobre las 7 de la tarde porque el chofer con toda la razón del mundo está un poco “hasta la polla” de trabajar.
Sin tiempo para nada más que una ducha rápida salgo pitando a la cita con Hussein (el ingeniero informático de la tienda de comestibles). Me recoge en su coche donde viaja también un colega y las dos hermanas de éste (una de ellas novia de Hussein). Dos “pibones” persas en toda regla. Muy tímidas hasta que, poco a poco, se van soltando.
Nos dirigimos a unas haimas en la montaña de Jungeland donde tomamos un té negro buenísimo que acompañamos con un aceptable pastel de chocolate.
Apenas una hora más tarde hay que llevar a las chicas de vuelta a casa. Como no saben que hacer después, regresamos a otra parte de Jungeland donde hacemos botellón a la persa, esto es, con cerveza sin alcohol y “rolling spanish tobacco”.
Los chicos empiezan a abrirse no solo respecto a sus propias problemáticas sino también respecto a la situación que vive su país. La charla se prolonga un par de enriquecedoras horas. Me empieza a quedar claro que en este país hay muy poquita peña que aguante a los ayatolás y menos todavía entre la gente joven.
Los jóvenes educados tienen una mentalidad que, salvando las diferencias, se aproxima mucho a la de los jóvenes españoles. Sin embargo, existe un salto generacional inmenso respecto de sus propios padres que viven en una realidad paralela a la suya y desconocen la mayoría de sus ideas y de sus actividades diarias más habituales.
El alcohol e incluso el uso de drogas recreativas está muy extendido entre la gente joven, hecho totalmente ajeno a sus mayores. Las chicas, por ejemplo, casi todas fuman a escondidas de sus padres. Es habitual que se produzca alcohol casero y muchos jóvenes no casados tienen apartamentos «picadero» que sus padres desconocen donde realizan sus actividades clandestinas. El día siguiente Hussein me llevaría al pisito compartido que tenía con sus amigos donde pude comprobar todo lo anterior y mucho más.
Sin embargo, para que en apariencia todo siga con normalidad, todos estos jóvenes vuelven a casa de sus padres a las doce de la noche como si no hubiera pasado nada. En este caso, hablamos de una cuadrilla de amigos de 28 años, no de adolescentes.
A la mañana siguiente me dedico a cerrar el billete de autobús a Shiraz y a pasearme a la luz de día por un barrio corriente de Kerman. Visito un colegio y me fumo un “piti” tirado en un parquecito. Saco alguna foto curiosa.
A las dos me encuentro con Hussein (el padre de familia de la imprenta) que me iba a llevar por ahí con su familia. Antes me tomo otro café en su imprenta. Luego en su coche modelo iraní vamos hasta la casa familiar que se encuentra a las afueras.
Allí conozco a toda su encantadora familia; los padres (padrasto y madre) de su esposa así como las hermanas de ésta. Una de ellas estudia inglés en la universidad y nos será de mucha utilidad para que la conversación pueda fluir mínimamente porque, como dije, el inglés de Hussein no da para mucho.
La casa es muy bonita pues cuenta con unos diseños tradicionales curiosos en la fachada principal y una entrada recibidor enorme. Comenzamos la excursión además de Hussein, su mujer y su bebe de un año, las dos hermanas de su esposa y la niña de una de ellas. Los siete vamos en el coche utilitario. Yo, como un rey, delante, los demás no tanto. Pido que me pasen al pequeñajo para que vayan un poquito más cómodos.
Como era de prever me llevan al Tigray de Mahan de nuevo (yo encantado) pues es el sitio con más encanto de la zona. La conversación se hace muy amena y agradezco especialmente la oportunidad de poder charlar tranquilamente con las mujeres de la familia. La que habla inglés es una chavala tan abierta como podría serlo cualquier universitaria española. Ninguna se corta un pelo a la hora de poner a parir todo el sistema y las tres odian por igual la obligación de llevar el pañuelo.
Las tres conocían la película Persépolis que aparentemente fue todo un éxito en los hogares jóvenes iraníes. En general se trata de gente muy educada, amable y generosa.
Luego fuimos de nuevo a los jardines de Mahan y ya a las cinco volvimos a Kerman pues Hussein, que trabajaba como una mula, debía regresar a sus ocupaciones.
A las ocho había quedado con el Hussein joven que ese día me presenta a muchas de sus amigas que, por cierto, son espectacularmente guapas. Como marca la tradición, a las diez las llevan a todas a casa y nos dirigimos a un pisito que los colegas varones tienen alquilado en secreto para llevar a cabo sus fechorías. Al parecer, salvo los tres que van conmigo y las chicas que ocasionalmente consiguen llevar allí, nadie tiene conocimiento de su existencia.
En ese pisito me enseñan como preparan vino casero, cerveza casera, el arak y sacan marihuana y opio afgano que esconden a buen recaudo. La charla es ágil e interesante pues los tres jóvenes universitarios son gente muy preparada y con un más que aceptable inglés.
El colega de Hussein al que conocí el día anterior trabaja en una plataforma petrolífera por periodos de cincuenta días. Cuenta que su trabajo es muy duro. El tercero es también ingeniero y trabaja para una importante compañía nacional.
Les hablo de mis viajes que parecen interesarles mucho. Aprovechan para preguntarme sobre visados Schengen y se sorprenden de que se pueda viajar tan barato. Me hubiera gustado seguir allí toda la noche pero ellos deben volver a su casa, como siempre, a las doce y mi autobús también parte hacia Shiraz a media noche.
Muy amablemente me acercan a la estación y me regalan un polvo que al parecer tiene efectos relajantes y que resulta ser la mezcla de veinte especias diferentes. Se puede tomar también con leche.
Llegamos justo a tiempo para coger el autobús en el que pasaré la noche camino de Shiraz. Me despido con emoción de mis nuevos amigos que junto con el resto de personas que he conocido en Kerman me han enseñado lo que verdaderamente significa la famosa hospitalidad iraní. Nunca olvidaré los días que pasé en Kerman.
SHIRAZ
Nada más entrar en el autobús una chica joven me pregunta que de donde soy y al comprobar que viajo solo me dedica un ¡you are brave! que me hace reír. Aparentemente mi presencia provoca una gran excitación general en el bus. Los extranjeros en Irán, en determinadas circunstancias, todavía causan este efecto.
La chica parece entusiasmada y mantenemos una charla animada durante algunos minutos hasta que mi vecino de asiento nos interrumpe bruscamente diciendo secamente que quiere dormir. La chica, bastante ofendida por la interrupción, sigue hablándome cada cierto tiempo y, más sorprendente, fija la mirada en mi y comienza a dedicarme a escondidas gestos cada vez más provocativos e insinuantes. Mueve los ojos, gesticula e incluso realiza leves movimientos con la lengua.
Durante más de tres horas cada vez que miro en su dirección realiza gestos con clara intención sexual de lo más variados. La escena es surrealista dado que ella va vestida al estilo tradicional, pañuelo incluido. La cosa no queda ahí y me hace indicaciones de que luego nos vamos a ir ella y yo a alguna parte a fornicar como animales. No salgo de mi asombro.
Cuando llegamos a Shiraz, ya por la mañana, se despidió educadamente como si nada hubiera pasado, sin hacer ningún tipo de insinuación e incluso me aconsejó un «hostal» al que podía acudir. Eso sí, de hostal no tenía nada, era el hotel más caro de la ciudad (el Homa).
Ya en Shiraz y tras un par de intentos de timo por parte de dos taxistas sin escrúpulos, con afectada indignación por mi parte en plan “ni de coña me la cuelas», encontré un hotelito un tanto cutre (en mi línea) pero que no estaba nada mal calidad precio (Alghelien se llamaba) y estaba bien ubicado cerca de Shohada Square en una bocacalle cercana al hotel Irán. El precio, treinta y tres mil tomanes, no estaba mal, era espaciosa, tenía baño interior y no era demasiado ruidosa.
Como no podía entrar en la habitación hasta las once y no eran más de las ocho de la mañana, no me quedó otra que zanganear un rato por los alrededores de la fortaleza central al lado de la plaza Shohada cerca de la sede del ministerio de justicia.
Estaba tan reventado que me acabé quedando dormido en la primera sombra que encontré y desperté un par de horas más tarde. Di una pequeña vuelta que me sirvió de primera toma de contacto y en cuanto pude regresé al hotel para dejar mis cosas.
La primera conclusión es que la noche de bus me había pasado factura y dado que mi intención era tomarme las cosas con calma empecé a descartar la idea de convertir en norma lo de desplazarme por la noche.
Me levanté para comer justo a tiempo en un fast food iraní donde incluso puede disfrutar de un aceptable café. En cuanto levanté el culo, un muchacho me preguntó algo en farsi (me pasó en repetidas ocasiones) y al decirle que yo de farsi nada, comenzó a hablarme en inglés y me pidió que le siguiera. Charlamos a la carrera sin saber muy bien a donde nos dirigíamos.
El treintañero se encuentra también de turismo en Shiraz pues vive en Isfahán junto a sus padres, su tío, su hermana y los hijos de ésta. Soltero, se dedica a la contabilidad. Luego conozco a su familia, les ayudo a subir las maletas al hotel, me llevan en su coche a buscar aparcamiento y quedamos un par de horas más tarde para dar una vuelta juntos.
Cuando nos vemos me dice que quiere comprar una tele y así me veo yendo hacia un bazar a comprar una tele de plasma. Los negocios en Irán siguen agrupados por sectores por lo que ante nuestros ojos se encuentran decenas de tiendas de electrodomésticos. Según me cuenta mi nuevo amigo, las teles en Shiraz están más baratas que en Isfahán. El precio de los electrodomésticos no me parece barato y por lo que deduzco una tele equivale al sueldo de varios meses de un trabajador medio.
Volvemos a Shohada square donde nos ponemos a jugar al voley con unos chavales. Hacemos una eliminatoria y quedo el segundo (talento natural para el street voley?)
Nos despedimos pues tampoco se trataba de la típica amistad para toda la vida. Luego intercambio algunas palabras con un extraño estudiante.
Me dirijo al gran bazar de Shiraz. Presencio la actividad de un curioso mercado negro de trueque. En el mismo unas cien personas intercambian objetos personales o de contrabando. Otros objetos se venden simplemente.
Luego paseo por una zona de callejuelas históricas muy tranquila en las proximidades del bazar. Visito una escuela coránica y bromeo con los niños que juegan al balón.
PERSÉPOLIS
La mañana siguiente toca Persépolis. Al final consigo acompañante. Se trata de una licenciada en bellas artes alemana que vive en Florencia. Como conductor tenemos a un personajillo con cara de dibujo animado llamado Mortensa de origen iraquí que con su mera presencia nos alegra el trayecto. Con la alemana hablo de mascotas y del interesante concepto de países «dog friendly» y las posibilidades de viajar con nuestros animales. La chica, al parecer, tiene muchos amigos artistas en Teherán donde la vida cultural es muy dinámica.
Persépolis merece una vista pero en mi opinión no está al nivel de otros monumentos emblemáticos de otros países tipo Petra o Lalibela. Tras la vista a Persépolis vamos a Orustaq (tumbas interesantes y un falso monumento zoroástrico). A la vuelta quedo con la chica alemana a las 8.
OTRA VEZ SHIRAZ
Me pierdo por la ciudad dirección infinito y más allá. Aprovecho para visitar los jardines del poeta Hafez y otros jardines que ofrecen una aceptable panorámica de la ciudad. En ellos veo la puesta de sol y decido subir hasta lo alto de la montaña para tener una panorámica. La subidita no era ninguna tontería. No tengo cojones para llegar hasta la cima pero si que llego bastante alto.
Más tarde, cuando intento bajar. Me veo atrapado en un laberinto de caminos que llevan hasta un pedazo de hotel. La única posibilidad de salir de allí sin volver a subir es entrar al hotel, pero no puedo pues hay una valla enorme. Se plantea una situación bastante cómica pues los bañistas de la piscina me miran interesados.
Tengo que pedir a unos chavales huéspedes del hotel que me ayuden a saltar la valla pues me encuentro atrapado. Finalmente, a costa de mi camiseta favorita que se queda enganchada, consigo encaramarme a la valla por un lateral y paso al otro lado. Para entonces soy claramente una atracción de feria, a pesar de lo cual, intentando conservar un mínimo de dignidad, cruzo la piscina, entro dentro del lujoso hotel con todas mis pintas (camiseta raída incluida) y me largo de allí como puedo.
No llego a la cita con la alemana.
Por la noche fui a cenar en una casa tradicional recomendada por la Lonely lanet. Como suele ocurrir cuando haces caso a las guías, el sitio es muy bonito pero no deja de ser un gueto turístico. La cena no estuvo mal. Me encontré a la chica alemana y le pedí disculpas por no acudir a la cita, si bien ya le había avisado de que no me esperara si no llegaba.
Para llegar hasta el Yimesh tuve que recurrir a la amabilidad de otro iraní que con su moto me llevó hasta el lugar que era muy complicado de localizar.
Al regresar al hotel para irme a dormir, un joven iraní me propuso quedar al día siguiente para ver el partido en el que se jugaban la liga el Atlético de Simeone y el Barça. Me comentó que posiblemente pudiéramos ir a verlo a un sitio que conocía.
Estaba a gusto en Shiraz y decidí seguir otro día más. Me levanté relajadamente al día siguiente y bajé a tomar algo. Para mi sorpresa me encontré a Jesús y Laura, los chicos de Burgos paseando por la calle. Vaya! Al parecer Irán es un pañuelo!
Los burgaleses, haciendo una ruta totalmente opuesta a la mía (de norte a sur) se encontraban conmigo a medio camino. Les propuse que fuéramos juntos a la mezquita sagrada de Shorge no se qué que estuve a punto de perderme por desconocer su enorme importancia.
El lugar, uno de los más sagrados del Islam en Irán junto a Qom y Mashad, me impactó profundamente. Se respiraba espiritualidad. La amplia mezquita no tan antigua como otras, era bellísima. El exterior con el azul celeste de sus azulejos transmitía paz y el interior con sus juegos de luces y brillos tremendamente ostentoso, lujoso y hasta un poco hortera no podían dejar indiferente a nadie. En el interior de cada uno de los laterales se encontraban las tumbas de los hermanos del Imán Reza.
Personalmente las mezquitas de Irán me han parecido impresionantes. Los chia son además muy tolerantes con los visitantes y al contrario de lo que ocurre en la mayoría de los países sunnis, no ponen objeciones para que te sientas como en casa y disfrutes de sus templos.
Nos relajamos tanto dentro como fuera de la mezquita. Un guía local se ofreció gratuitamente para mostrarnos uno de los laterales. La visita se acabó prolongando algo más de dos maravillosas horas. Nos dirigimos de vuelta a mi hotel pues yo había quedado con el iraní para ver el fútbol y los burgaleses querían preguntar sobre posibles transportes hacia Persépolis. Al final fuimos a ver el último partido de liga a la habitación de Ali que así se llamaba el chico iraní y apenas prestamos atención al fútbol pues nos enredamos en una entretenida conversación sobre lo humano y lo divino. Ali era una persona muy preparada que tenía muchas ganas de conversar. El Atleti quedó campeón de liga.
YADZ
Ya no podía demorar más mi partida de Shiraz y el domingo cogí el autobús de las 10 de la mañana hacía Yadz. Allí tropecé con una adorable pareja francesa de edad avanzada que hacían su particular viaje mochilero. Él, cooperante por afición en muchos países (Haití entre otros) se había visto empujado por su esposa para visitar a unos amigos iraníes que, como era de esperar, los estaban tratando a cuerpo de rey. El caballero se había fracturado el brazo poco antes de partir.
Tras siete horas de trayecto por paisajes desérticos bastantes bonitos, especialmente durante el tramo final, llegamos a Yadz. Cuando nos íbamos acercando a la ciudad ésta me dio la impresión de ser inmensa. Luego, revisando en la guía, la población no era tan grande como en otras poblaciones. En general, las ciudades iraníes son enormes.
En fin, la ciudad vieja me enamoró a primera vista y en cuanto llegué me perdí por sus laberínticos callejones de adobe. Era la primera vez que veía las torres del viento y he de decir que son de lo más resultonas. No sé si tiene algo que ver pero la sensación de calor no era en absoluto intensa. Me dejé caer en un par de rincones y pateé de lo lindo.
En un momento dado fui a un mirador abierto al público situado en un antiguo palacio (o mansión) que habían dividido en dos partes. Actualmente tenían allí su taller varios artistas y la azotea la tenía para servir té y disfrutar de las vistas.
El sitio estaba un poco perdido por lo que no había ningún turista. Primero, la señora me sacó unas galletitas de lo más “azucarosas” que combinaban de maravilla con el té. Luego, subieron un par de pintoras que tenían bastantes ganas de cháchara. Una de ellas se defendía bastante bien en inglés (ésta creo que tallaba y hacía diseños, vasijas…), la otra que era propiamente la pintora, tenía más dificultades para comunicarse.
Contemplar el anochecer en un lugar tan privilegiado y en tan buena compañía fue muy especial. El día no pudo salir mejor pues conseguí alojarme en una magnífica casa tradicional que salvo por la presencia de un gordito iraní con su mujer, tuve el lujo de disfrutar para mi solito. Espectacular resultó pasar tres noches en ese maravilloso patio tirado en una de sus hamacas mirando las estrellas y leyendo SKAGBOYS DE Irving Welsh (tercera entrega de Trainspotting).
Como anécdota fui a cenar a una azotea que habían cubierto totalmente hasta dejarla sin vistas. Mal llevaban el negocio unos chavales muy jóvenes que no tenían ni idea de lo que hacían pero que eran simpáticos y tenían muchas ganas de practicar las tres palabras de inglés que sabían.
Callejeando al día siguiente mientras (raro en mí) voy grabando un video por la ciudadela de Yadz, me cruzo a Jesús y a Laura, los burgaleses que había dejado en Shiraz. Aprovechamos para dar una vuelta juntos y les llevé a la azotea que conocí el día anterior. Comimos en un antiguo Hamán reconvertido en restaurante donde, como es bastante habitual, nos ofrecieron una carta integrada por Kebabi y más Kebabi. Nos supo muy rico. Madre mía!! Cómo jalan arroz esta gente!! Quedamos para tomar chorizo de Burgos esa misma noche.
Hoy es día de reencuentros. Me encuentro en un lugar imposible con Manu, el chico que conocí en Kerman que curiosamente me comenta que había estado buscándome para una excursión. Aprovechamos y hacemos cena de españoles en el hostal Marco Polo.
Pateo y más pateo la mañana siguiente. Voy al centro Zoroástrico del fuego eterno (o algo así). Consigo que me den «bolilla” en una floristería y me permitan conectarme a internet pues tenía que dar señales de vida (por entonces desconocía las bondades del wasap).
Previamente les había dejado una nota a los burgaleses diciéndoles que por la tarde iba a tirarle a la Caravanserai de Zein Oddin. Nos reunimos en mi “keli” y en taxi vamos al caravanserai que no nos decepciona. Aprovechamos para darnos una vueltecita por el desierto. En la azotea del edificio nos encontramos con un equipo que rueda un documental en diversos lugares turísticos del país. El reencuentro entre Jesús que era cámara de TVE y estos chicos que trabajaban para la televisión pública iraní es memorable. Yo hago las veces de traductor.
El caravanserai resulta un sitio espectacular para echar la tarde. Es un lugar mágico y perfectamente conservado. Sin dejar de ser, hoy por hoy, un lugar eminentemente turístico, su visita es muy recomendable.
Como nota anecdótica, vimos dos perros encerrados en un cerco de unos quince metros cuadrados. Por raro que pueda parecer, apenas vimos perros en Irán. Estos animales se consideran Haram (anti halal) y si los tocas tú también te contaminas. Casi mejor que no haya muchos pues la conciencia animalista brilla por su ausencia por estos lares y los pocos perros con los que me he cruzado llevan aquí si, “una vida de perros”.
Por la noche, ya en Yadz, vuelvo a la azotea sin vistas de los chavales “majetes” pues ya es demasiado tarde para que me atiendan en cualquier otro sitio. Mi estancia en Yadz toca a su fin.
ISFAHAN
Con dolor de corazón me dirijo a Isfahan. El cuerpo me pide seguir en un ambiente tan relajado como el de Yadz y en parte me da pánico retornar al caos de la gran ciudad. El viaje mañanero se me hace incomprensiblemente largo (pues no son ni cinco horas). Voy leyendo en silencio unos relatos sobre la guerra civil española de Manuel Chávez Nogales pues Skagboys ya lo terminé y lo doné a la biblioteca del hostal. Hablando de historia el burgalés Jesús era un gran aficionado a la historia de las ex repúblicas soviéticas que había recorrido en su gran mayoría. Fue muy interesante escucharle.
Al salir del autobús, guerra de precios para coger un taxi que me lleve al centro (me empiezo a hacer viejo para el regateo). Clavazo, diez mil tomanes para una carrera de unos tres mil. Me alojo en el Tous hotel que es el más económico de la zona céntrica (aún así me sale por casi trece euros, de media habré pagado unos ocho por la habitación individual).
El día se me queda casi en nada. Eso sí, camino unos 3 horitas por la zona próxima al río, disfruto del atardecer en las proximidades del puente Khuja y me dejo caer por los jardines cercanos. Con diferencia Isfahán es la ciudad más ajardinada de las que he visitado lo que hace de ella una ciudad muy agradable y, al contrario de lo que pensaba, bastante relajada. Me paso el día escuchando música en actitud autista.
Por cambiar la dieta entro en un restaurante italiano y pido espaguetis o algo que se suponía debían ser espaguetis. Lo tengo bien merecido, ¿a quién se le ocurre ir a un italiano en Isfahan?
NOTA EXTEMPORANEA
Escribo estas lineas algunos días más tarde, tengo sensaciones encontradas, posiblemente la falta de nicotina, cafeína y THC me están afectando. Me está costando matar este viaje. Me planteo si podría aguantar 6 o 7 meses viajando solo. Obviamente llega un punto donde la rutina se convierte en viaje y ¿llegado este punto, qué? Nunca he llevado mal la soledad pero está claro que a largo plazo hay que saber dosificarla.
En una hora he quedado con un chaval iraní gay que pretende estar a la última de todo y que siempre te mira por encima del hombro mientras derrocha un humor de bruja mala que no me gusta. En mi vida cotidiana posiblemente no perdería ni diez minutos con un tipo así, ni el conmigo. Durante un viaje se trata de algo diferente pues él ocupa de alguna manera una posición de anfitrión, además de formar parte de un estudio humano más completo que inconscientemente no deja de ser uno de los objetivos de todo viaje.
Por otro lado, la soledad hace extraños compañeros de viaje y la experiencia me ha enseñado que cuando uno está abierto a que le ocurran cosas, el viaje es mucho más rico. No obstante, por ejemplo hoy, no tengo ni puta gana de quedar con el colega éste y, si digo la verdad, a falta de un día y medio para volver a España, todas mis expectativas ya están más que cubiertas. No me importaría gandulear un par de días por Málaga.
Volvamos a Isfahán. Por fin encontré la plaza del Iman Jomeini. No cabe duda de que es muy espectacular. Además de los lugares clásicos, como la mezquita del Iman, la otra del lateral y el palacio de Qapu, lo que más me llamó la atención es el lugar que la plaza ocupa en las vidas de los Isfahaníes. Allí se encuentran, se reúnen, pasan las tardes y las noches. No he conocido un pueblo que ame tanto estar al aire libre, hacer picnics y compartir en familia.
En la plaza son típicas las carrozas de caballos que se dedican a dar vueltas infinitas a la misma. El primer anillo que rodea la plaza lo conforma un bazar más turístico que otra cosa (turismo sobre todo iraní) y desde allí un laberinto de callejuelas crean los anillos exteriores.
Me fui a papear a un restaurante tradicional donde disfruté muchísimo tanto del ambiente como de la comida. Probé un plato elaborado con berenjenas y un yogur casero que me supieron de maravilla. La camarera me llamó la atención por no comérmelo todo. La mierda de mi hernia de hiato me está jodiendo la vida y me impide comer grandes cantidades lo que me complica la vida cuando me ponen raciones generosas. ¡¡Odio dejar comida en el plato!!
Al volver a la plaza me encontré con un grupo de cafres iraníes universitarios que bromeaban en plan pesados con un señor japonés que se empeñaba en pintar la famosa plaza. El comportamiento del señor y las diferencias culturales con los chavales hacían que estos se acabaran pasando de la raya, llegando incluso a quitarle los pinceles o a taparle los ojos. El caballero incapaz de hablar inglés o farsi, se defendía entre la broma y el enfado cual pichón abatido.
Mi presencia distrajo y mi alma dicharachera, atrajo la atención de los chavales durante un rato. Les llamaba la atención mi tabaco de liar. Eran estudiantes de arquitectura. Sin embargo no me dieron la impresión de ser tan abiertos como otros estudiantes que había conocido. Era un grupo grande donde nadie hablaba un correcto inglés, sus bromas eran pueriles y las chicas vestían todas de negro y apenas descubrían nada de su cabello.
Me dispuse luego a visitar la mezquita del Imán. Sus columnas, el techo y sus dimensiones te impresionan desde el primer instante. Me fijé en que andaba por allí un muchacho asiático que había conocido en Yadz y aproveché para saludarle e intercambiar impresiones. Resultó ser de Hong Kong y estar muy metido en los movimientos sociales anti china.
Una conversación medio cabal me hacía falta pues llevaba día y medio a mi bola. Al poco se nos acercó un Mulá que hablaba perfectamente inglés. Nos explico a Doc y a mí que era profesor de teología en Qom y que durante un par de días estaba trabajando allí para aclarar a los viajeros cualquier duda que pudiéramos tener sobre la religión musulmana pues era consciente de que la información llegaba a nuestros países estaba muy contaminada.
Me mostró sus dudas sobre la moralidad de una profesión como la mía (abogado) desde la perspectiva del Islam. La conversación fluyó que daba gusto hasta tal punto que nos invitó a pasar a su despacho y continuamos departiendo durante tres horas largas de palique donde abordamos temas tan variados como la pena de muerte, la homosexualidad, el matrimonio, la sexualidad, la situación geopolítica actual, el sistema político iraní, los derechos de las mujeres…Cuando acabamos de charlar, la mezquita ya llevaba cerrada un buen rato. El vigilante se quedó muy sorprendido cuando nos vio todavía en el interior.
Sin duda fue una experiencia única departir con un mula doctor en teología y docente de una de las universidades más prestigiosas del país. Nos mostró también otra cara del Islam. Eso sí, la charla fue intensa y no sé quién salió más trastornado de la misma, él o nosotros, por las opiniones ajenas.
Doc y yo seguimos juntos el resto de la tarde. Nos tomamos un kebabi en el primer tuburio que encontramos e incluso se atrevió a darle una calada a uno de mis últimos cigarrillos de liar (no había fumado nunca). Sin duda era un buen chaval con mucho potencial como viajero pues con ta solo 25 años ya se había movido bastante. Era enfermero en una clínica para personas que sufrían ictus, ataques y otras dolencias. Les ayudaba a recuperarse poco a poco. Esa misma noche volaba hasta Teherán luego a Dubai y desde allí. a casa.
La mañana siguiente la pasé en el museo de los mártires cerca de mi hotel. Se trata de un museo dedicado a las víctimas de la guerra entre Irán e Irak y, como no, a hacer algo de propaganda a la revolución iraní y al lider de la misma, Homeini. Una última vuelta por el puente Khuja donde me acabaron rodeando unos jóvenes mendigos (afganos) que me enseñaron algunos videos pseudo pornográficos que les divertían mucho. También puede escuchar a algún que otro joven de los muchos que acuden al puente a cantar canciones tradicionales de amor. La sonoridad es imponente.
Más tarde estuve pateando hasta encontrar no sin dificultad la mezquita del viernes. Estaba cerrada pero tuve mucha suerte pues misteriosamente se abrió uno de los portones laterales con el viento y pude acceder a la misma. El encanto de visitarla en soledad era insuperable. Me pareció más sobria que otras mezquitas y el contraste era enorme con las que visité en Shiraz.
Para despedirme de Isfahán decidí volver a la plaza principal de la ciudad conocida como “Half of the world” para disfrutar allí de la puesta de sol y de lo poco que me quedaba de noche pues debía madrugar mucho al día siguiente.
ABIANEH
Escribir se convirtió en la terapia para pasar lo que me quedaba de viaje de vuelta a casa. Con todo lo que me había llevado para leer, ya leído y con casi todo lo que había que ver y sentir ya visto y sentido, ni siquiera la música, ya muy machacada podía aliviarme en la eternidad de mis noches. Escribir para llenar un puñado de horas cuando el vacío se hace eterno y tampoco se puede dormir. Lo más importante, esto último, no se puede dormir.
Mi último destino era Abianeh. Un pintoresco pueblo de montaña que debía permitirme desconectar de las grandes urbes, relajarme, respirar verde y hacer algo de Trekking como complemento perfecto a este estupendo viaje. Arreglé un taxi dirección Abianeh. Son un par de horas por carretera. La primera parte de autovía y la última de carretera de montaña. En un momento dado dejamos a un lado las defensas antiaéreas que protegen la planta de enriquecimiento de uranio situadas cerca de Natanz y que habían sido objeto de gran polémica a nivel internacional.
Al llegar el taxista me la intenta jugar sacándose de la manga un nuevo precio. El truco es que te dicen que no les has especificado que ibas al centro, solo a la ciudad y que hay un tramo desde la entrada de la misma hasta el centro. En fin, me di cuenta de la cara que le estaba echando al tema un segundo antes de darle la propina que había pensado darle por su amabilidad y el par de tés que me había ofrecido. Acabó cabreándome como mecanismo de defensa para que me dejara en paz. Pillé habitación en el hotel Abianeh que era con diferencia el de mayor categoría en el que había estado (unos 13 pavos).
El pueblo de Abianeh es muy curioso y ese primer día tuve la sensación de haber viajado en el tiempo hasta el siglo diecinueve. Todas las señoras vestían un manto blanco con flores rosas y todos los señores, sin excepción, iban con pantalones bombachos negros. Mientras fumo mi último cigarrillo escucho unas voces y cánticos sin darme cuenta me encuentro justo debajo de un cementerio que se sitúa en lo alto de la colina y lo que escucho son los sonidos procedentes del mismo.
Me quedo impactado al ver reunidas a cincuenta o sesenta personas con la vestimenta tradicional y un muerto tapado por una manta en el medio de ellos. Un hombre de mediana edad hace de maestro de ceremonias. y coordina las misa, los cantos, los lamentos..
El cementerio está rodeado por panteones de diferentes tamaños. Un par de niños juegan al escondite entre las tumbas. Una señora mayor me pasa una bolsa para que coja un caramelo. Intento pasar desapercibido a cierta distancia. Continúo andando por los campos y entre las esporádicas rojas casas de adobe sin perder interés por la ceremonia.
(giró la cabeza y veo una araña de unos 10 centímetros andando tan campante por la pared de mi habitación en Abianeh, ¡¡ de donde coño habrá salido este monstruo!!)
Voy a comer, me atiende un hombre de unos 30 años con pinta de modernito desganado y un punto gay. Lleva una camiseta que muestra su «pecho lobo” algo poco habitual por estos lares. Pasota a tope parece mirar por encima del hombre a todo el que le rodea, también a mí, algo raro en Irán donde el viajero tiende a enamorar y suelen volcarse contigo, especialmente la gente joven. Por lo demás el trato resulta cordial y dado que no hay elección posible opto por el kebabi. La otra opción que había era tomar kebabi y no me convencía la idea.
Luego estalló una tormenta y sin mucha suerte busqué un lugar donde cobijarme hasta que escampara. Ya empapado, tal como vino, se marchó el mal tiempo y quedó un día radiante por lo que decidí hacer un poquito de senderismo por la campiña. Hice un bonito recorrido que llevaba hasta unas cataratas de andar por casa y se perdía luego por la montaña. El campo tras la lluvia verdeaba que daba gusto, eso sí, aquello no era Suiza.
Ya de vuelta me perdí por el pueblo, por sus callejuelas y empecé a tomar conciencia de su singularidad. Un par de abuelillas me encasquetaron unas telas tradicionales. Una de ellas me llevó a su casa a enseñarme lo que tenía. Me interesaba más su casa que lo que pudieran venderme. Hizo un buen negocio conmigo. Luego descubriría que las telas tradicionales ponían en una pequeña etiqueta !!Made in Japan!! ¡ No me jodas!!
Ya por la noche tras un delicioso plato de berenjenas me encuentro al chaval del restaurante de cháchara con la recepcionista del hotel. Me cuenta que su padre es arquitecto y que ha abierto un restaurante en el pueblo pues le gusta venir a pasar temporadas por aquí y tener una ocupación. El colega insiste en que odia Abianeh mientras que adora Teherán, lugar en el que vive y al que está impaciente por volver. Se trata de “un niño de papá” de 30 años, encantado de haberse conocido, que al parecer trabaja para Iranair como auxiliar de vuelo y se relacionaba con gente de la alta sociedad y movimientos alternativos de la capital.
Para mi desconcierto fue la primera persona que no me preguntó lo más mínimo sobre mi procedencia y toda la pesca que eso conlleva. Lo agradecí pues el interrogatorio en este sentido se vuelve cansino. No quiero dar una impresión equivocada, pues me trató genial, solo que era un personaje muy suyo, muy metido en su mundo, pero igualmente hospitalario y dispuesto ayudar en todo lo posible (ADN iraní).
Como ejemplo de esto que digo, me salvó la vida insistiéndole a su colega para que pusiera no sé qué parabólica que estaba en la azotea, lo cual me permitió inextremis seguir la mítica final de champions que enfrentaba al Real Madrid con el Atlético. Fue muy curioso ver un partido de estas características solo en la recepción de un inmenso hotel con estos dos personajes, que mientras, veían una peli de acción con el ordenata en el otro lado de la sala. Otro empleado entraba y salía sin cesar, el fútbol no despertaba grandes pasiones por este pueblo. El gol del Madrid en el último minuto chafó un poco la fiesta pero ¡que coño! fue emocionante.
Acabé de madrugada. Me desperté algo más tarde de lo habitual y proseguí la visita al pueblo que había iniciado el día anterior. Parecía cambiado, el día anterior no topé con un solo turistas y ahora habían llegado varios nacionales. En Irán, los viajeros independientes no nacionales se pueden contar con los dedos de una mano y acabamos conociéndonos todos los que coincidimos en aquella época, especialmente los que veníamos de España. Muchos otros, te acababan sonando de vista.
Me subo a una rojiza montaña del entorno para buscar una panorámica chula. Allí escribo un rato. A las doce y media me paso por el restaurante del menda de ayer pues me había comprometido a hacerlo. Lo pillo solo pues todavía no había llegado a comer nadie. Me dice que me pase sobre las dos y media de la tarde y que me enseñará él mismo el pueblo.
Aprovecho ese ratillo para darme una vuelta por los alrededores de Abianeh que tiene rincones muy recomendables y se presta a las mini rutas de senderismo.
Cuando vuelvo me encuentro el restaurante a tope de chicas universitarias embutidas en sus trajes negros. Algo más tarde cuando se va la marabunta, le echo una mano para recoger los restos que han sobrado de los almuerzos y observo como va dejando todo preparado para su padre que llega al día siguiente a hacerle el relevo.
Me comenta que mañana va a celebrar una fiesta en su casa de Teherán pues celebra su treinta cumpleaños y me invita a acudir. En principio la idea no me seduce demasiado. Me enseña fotos de sus colegas, variopintos personajes con pinta de locazas modernitas en su mayoría. El curioso que llevo dentro me dice que al fin y al cabo puede ser interesante. Sin embargo con las pintas de “tirao” que llevo no me veo mucho en este tipo de ambiente superficial. El chaval me hace un par de comentarios sobre mi ropa que me lo dejan claro.
También, pienso, me vendría genial llegar a Teherán en coche pues el transporte desde esta zona es un quebradero de cabeza. Quedamos en salir juntos esa misma noche. Misteriosamente no aparece. Se marcha sin decirme nada y tengo que quedarme otra noche allí, sin nada que hacer. La noche se hace larguísima. Acabado el libro sobre la guerra civil, no me quedaba más que escribir este diario de viaje. Escucho por enésima vez toda la música que aguanta mi mente y aún así me sobran horas por todas partes.
KASHAN
A las diez tenía el taxi hacia Kashan pero el holgazán del recepcionista del hotel, al que el día anterior había dado una propina histórica por su gesta champions, se olvidó completamente de pedirlo. Al menos tuvo el gesto de acercarme al cruce de caminos más cercano y, una vez allí, acompañado de un arquitecto iraní que también estaba por allí tirado, conseguimos que un taxi nos llevara a Kashan. Cometí el error de no especificar que iba al centro de Kashan y me volví a encontrar con la misma polémica. 50 mil riales mas!!
Antes, foto clandestina desde la lejanía a la zona donde todo apunta los iraníes enriquecen plutonio. Servicios de inteligencia del mundo, soy vuestro hombre.
En Kashan mi principal objetivo era soltar la mochila cuanto antes. Con la promesa de volver a comer en un par de horas pude soltarla en el restaurante Abassi. En Kashan se notaba el cambio de temperatura que estaban en claro ascenso a finales de mayo. De agradables pasarían a inaguantables en pocos días. Visité un par de casas tradicionales muy interesantes y en general, me quedé con la impresión de que era un poco más de lo visto ya en Yadz.
Disfruté de mi último dizy con la cabeza más en las nubes y en el avión de vuelta a casa, que en otra cosa.
QOM
Sin embargo, todavía el destino me tenía preparado un viaje muy divertido en minibús junto a un millón de damas de negro que se dirigían hacia la cercana localidad sagrada de Qom. Al parecer, sin yo saberlo, en Qom era un día de celebración muy señalado (y yo con estos pelos) y por ello muchos peregrinos iban a unirse a la fiesta. En el minibús la liamos parda las chicas de negro y este menda. El cachondeo se impuso a los evidentes problemas de comunicación. Hacían corrillos entre todas hasta que eran capaces de hacer la siguiente pregunta… travel alone? married? why Iran?.. Nos estuvimos enseñando fotos mutuamente.
Al llegar a Qom me fui con tres de ellas en un taxi compartido hacia el Mausoleo de Fátima que por sí solo merecía una visita. Incluso tuve la suerte de poder entrar y participar a mi manera de la multitudinaria celebración. Como despedida las “women in black” me regalaron un collar con el que me convirtieron en musulmán y yo, tan contento, musulmán y todo, me volví para España.
Es la una de la mañana del día veintisiete de mayo del año dos mil catorce. Solo faltan unos minutos para que coja el vuelo que, tras hacer una breve escala en Estambul, me llevará de vuelta a casa.
FIN
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hola! Aquí una lectora recién llegada de Irán.Muy bueno tu relato.
Ddescubrí tu blog al final de mi viaje, estando en kashan en una noche en vela. Me costó dias y días que se llegara a cargar no sabía si por las malas conexiones de internet o si al final aparecería censurada. Tenía la ostia de curiosidad (más por lo de beat, que por lo de viajero confieso), un beat? jajaja el blog tiene que estar bien!.
Yo he hecho el viaje sola, han sido 4 semanas, la mayoría gente maravillosa, generosa, honrada y buena, pero a diferencia de tí yo soy una sociópata, me escondía de otros viajeros no fuera que quisieran socializar (un 90% franceses ) y me arrepiento de haber rechazado tantas y tantas invitaciones de locales (que las tuve, pero acabron siendo un coñazo con interrogatorios infinitos).
Igual algún día escribo mi experiencia pero me da pereza por las respuestas que pueda tener porque mi trato no ha sido siempre digno de recordar. Leo blogs de mujeres que han viajado solas que no cuentan más que maraviilas y que me extraña, a no ser que realmente no lo hayan hecho solas sino acompañadas siempre por algún local. (Tu sabrás es como cuando en Africa vas con un local te aseguras tranquilidad y que nadie de moleste). En Irán me llegué a acostumbrar a que los hombres no me miraran a la cara al hablarme o me tiraran las vueltas al suelo para que las recogiera (en 3 ocasiones),o que niñatos que no teían pelos en lo huevos me siguieran haciendo gestos obscenos (por dios que me ofrezca droga no sexo, pensaba).En kashan un grupo de 5 niñatos me arrinconaron, me pasaron de unos a otros y cuando todos habían toquiteado, se fueron. Los hombres no reaccionaban bien al verme viajar sola (no cuentan los hombres que viven del viajero, obvio). Tengo que decir que miedo no he pasado en ungún momento, soy cero miedosa. Me he sentido segura en todo momento, si me hubiera pasado eso en cuaquier ciudad europea habría salido corriendo o habría llamado a la policia, pero nada que no se arreglara tirandouna piedra. Que este trato no sea el generalizado no significa que no haya que contarlo, porque se da. tengo que decir que no parezco una alemana, tengo piel morena y aunque soy rubia con el pañuelo no lo parezco, en ocasiones medecían que pasaba por iraní (yo creo que mis pintas de marine lesbiana me delataban) Yo en mis viajes no soy de ir de museo en museo ni me recorro todos los edificios singulares que recomienda la lonely, a mi lo que me gusta es patearme las calles y sentarme a observar sus vidas, igual por eso he tenido un trato mas real ( a pesar de tener un trato mil veces mejor por ser turista alq ue tienen ellas). Joder perdona la chapa que te he metido!
Si algún día vuelves a iran no dejes de visitar el oeste, la provincia de Azerbayan y el Kurdistan que me conquistó, sobre todo el kurdistan.
Jo, perdona la chapa! y sigue narrando tus viajes que aún no los he leido todos, sólo los de senegal y Etipia, me encanta Africa y me recuerdan a mis viajes por Mali, y por Mozambique. A Etiopia tengo que ir!
Gracias por leerme. Eres la primera que me escribe así que imaginate la ilusión. Los sociopatas nos llevamos bien entre nosotros. Creeme, yo también lo soy. Lo que pasa es que debo de ser un poco bipolar. Para empezar, este blog está concebido para desconocidos y nadie de mi entorno sabe siquiera de su existencia. Jaja, un blog secreto!! puede haber algo más absurdo!!
Muy interesantes tus aportaciones y tu visión de viajera solitaria en Iran no tiene precio. Me encantaría que te animaras a relatar con más detalle tu viaje. Respecto a lo de Azerbaian y el Kurdistan, estuve a punto de ir hace un par de años, durante un viaje por Armenia y Georgia que ya volcaré en el blog cuando me quite esta pereza de porreta que me persigue. Es un destino que tengo en mente.
Y sí, soy un apasionado de la Beat Generation, que le vamos a hacer…
Si te ha gustado la experiencia africana ¡¡¡no te olvides de Etiopía!!! especialmente recomendable para viajar en solitario.
Un besazo!!!
PD: En marzo me piro a Perú. Ya te contaré.
¡Joder! Todavía me acuerdo una de mis mejores noches de fiesta en Bahir Dar, Lalibela,los viajes en autobús con la parada nocturna pertinente tomando café de verdad en patios interiores rodeado de etiopes, un pescado pasado que comí en un restaurante que me dejó noqueado durante dos días… Yo también le recomiendo Etiopía, es un destino increíble que después de doce años todavía me trae grandes recuerdos. Probablemente uno de mis mejores viajes junto la primera vez que fui a la India y,por cierto, Perú.
No sé si eres un fan de la naturaleza, pero si vas a Perú y eres un enamorado de ella no puedes olvidarte de la región de Loreto y su capital: Iquitos. Un lugar mágico,Y pasar una semana dentro del amazonas.
Yo también soy un enamorado de Etiopía. Creo que es uno de los países más recomendables para viajar en solitario y comenzar la experiencia africana. A Perú volví a ir hace algunos meses y sí, estuve en Iquitos, muy recomendable. En breve espero colgar el relato de viaje de esta segunda experiencia en Perú (la primera fue mas temática y muy enfocada al senderismo). Pocos países me han parecido tan completos para un viajero como Perú. La gente, la gastronomía, las montañas, la selva…en fin, una maravilla. Y de la India, pues que te voy a decir…otro mundo.
Un abrazo. Gracias por leerme y por compartir tus experiencias!
Hola Viajero, nos ha encantado tu post por Irán, que gran aventura!! nosotros somos apasionados de Irán desde nuestro primer viaje, Irán es realmente adictivo, sentimos el problema con tu visado pero nos alegramos de que al final pudieras conocer Irán.
Un saludo 🙂
Me alegro de que os haya gustado. Tengo grandes recuerdos de este viaje y esperemos que sirva para que otros se animen porque como comentas merece mucho la pena. Un abrazo!!!
Me gustó mucho tu blog, gracias por compartir tus experiencias! Felicitaciones, voy a viajar desde Buenos Aires a Irán en febrero. Estoy muy ilusionada, un afectuoso saludo!
Me alegro. Será una experiencia, eso seguro. Escríbeme si tienes alguna duda. Nunca me trató la gente tan bien en ninguna parte. Gracias por escribir!!
Buenas tardes,
Llevó semanas sumergido en los preparativos para mi próximo viaje a finales de febrero, que no es otro que Irán. Y entre las páginas que he encontrado de interés ha sido la tuya una de ellas. Ha sido muy útil y divertido poder leer tu narración que me ha aportado información y anécdotas que me pueden servir en mi viaje.
Solo tengo 13 días disponibles, así que mi viaje no abarcara todo el país ni tampoco lo pretendo en tan poco tiempo. No soy de los que miden sus viajes por los sitios que ve sino que me dejo llevar sin programar en demasía los lugares que quiero visitar, normalmente hago un itinerario mental de lo que quiero explorar con el tiempo suficiente para que la improvisación o el cambio de planes pueda realizarlo sin problemas. Así que solo cogeré el hotel de la primera noche de Teheran.
Por lo que he leído no tendré ningún problema de alojamiento sin antes haber reservado,¿no?
Y una de las cosas que he leído en un foro anglosajón es que el metro ya llega a IKA (aeropuerto internacional de Teheran), supongo que cuando tú fuiste no estaba todavía esa opción. Yo quería coger el bus urbano y había leído que los taxistas hacían lo imposible para que lo cogiera. Y estaba buscando toda la información posible para esquivar a estos “depredadores de turistas” que suelen haber en la mayoría de aeropuertos: color de bus, número,ubicación,caligrafía en persa del autobús,cualquier pista que me llevara a él…pero ¡Voila! Mi sorpresa ha sido descubrir que han estrenado la linea de metro…Así que el primer reto , que suele ser ya un ritual en mis viajes, es esquivar a los taxis del aeropuerto siempre que hay una posibilidad, ha sido solucionado…jeje Sé que es una manía, pero no puedo remediarlo. A veces incluso he andado dos o tres kilómetro para coger un transporte público como hice en mi último viaje de mochilero: :Tánger.
Y paro de enrollarme, que podría escribir hasta el amanecer.
Además estreno nueva compañera de viaje (mochila) que ya tengo unos años y no sé si podré dejarlo algún día .porque esto engancha demasiado, aunque ahora mis escapadas son muchísimo más cortas.
Muchas gracias por perder tu tiempo en escribir tus experiencias que son de mucha ayuda para otros viajeros.
Saludos de otro sociopata. …jeje
Gracias Agus por escribir. Yo no dormí en Teherán y recuerdo que mi idea inicial era reservar algo antes de llegar aunque no lo conseguí. Una vez allí, acompañé a unos burgaleses que si que tenían reservado algo y la sensación que tuve es que, dentro del enorme caos que es Teherán, había bastante oferta de alojamiento porque hay mucho turismo nacional y los precios son asequibles. Encontrar seguro que encontrarás algo pero si llegas medio tarde y tienes posibilidad de reservar algo tampoco descartaría la idea. Personalmente Teherán me agobió bastante y lo del metro es estresante a más no poder (lo del metro al aeropuerto efectivamente no existía). Comparto tu filosofía de viaje y en Irán lo mejor es dejarse llevar y disfrutar de sus gentes. ¡Qué envidia me estás dando! Pásalo genial y si tienes ocasión me cuentas que tal te ha ido. ¡Un abrazo, sociópata!