Decía Kapucinski que si no eres capaz de recordar algo, transcurrido el tiempo, tal vez no merecía ser recordado. Me agarraré a esto para relatar mi viaje a Israel-Palestina-Jordania traicionando los principios fundacionales de este blog al más puro estilo Groucho Marx. Juraría que cuando estuve en Israel y Palestina escribí un diario. Quizás mi memoria me traicione. No sé, tal vez un día ese testimonio aparezca por casualidad. De momento, tenemos esto.
Supongo que entonces estaba en crisis como casi siempre. Imagino que por eso sentía la necesidad de meterme en líos. Y sí, viajar a Israel y a Palestina suponía meterse en un lío bien gordo.
El avión llega a Tel Aviv, ciudad moderna y abierta en oposición a todo lo demás. Entonces no tenía mucho interés para mi, no sé por qué. Los controles fronterizos recuerdan a los de USA. No pedí que me sellaran en una hoja aparte y me arrepentí luego cuando a los pocos meses me dio por ir a Irán.
Minúsculo. En tres semanas nos movemos en un territorio menor al de Andalucía. De una ciudad a otra te mueves en quince minutos en un autobús de linea. Este viaje es historia, religión, política, guerra, fanatismos y muchas otras cosas. Quién podría resistirse. Por los paisajes pareciera que nos movíamos por Jaén o Córdoba. De Tel Aviv vamos a Haifa.
Hacemos buenas migas con dos chicas americanas de religión Bahai. Nos quedamos con la boca abierta por el buen rollo que destila esta religión de apenas doscientos años de vida que surgió de un profeta iraní que tuvo la creativa visión de intentar unificar las tres grandes religiones monoteístas, el budismo y el hinduismo. La religión concebida en constante evolución y adaptación al tiempo presente. Jesucristo, Mahoma, Buda o Vishnu no son más que profetas que aparecen en el momento preciso para dar una nueva vuelta de tuerca a creencias que no pueden permanecer inmutables. Una religión de paz donde cuestiones como el matrimonio homosexual son perfectamente aceptables y el ser humano está por encima de tanta pamplina. Haifa es la Meca o el Jerusalén de los Baháis y sus inverosímiles jardines son el principal lugar de peregrinación de estos.
Nos quedamos a dormir en casa de una encantadora anciana bahai que alquila su casa, cercana a los jardines, por habitaciones. La moderna ciudad nos permite tomar el pulso al Israel más joven y dinámico. La vida nocturna palpita y la dulce limonada con menta se convierte en un antídoto perfecto para combatir el calor. La comida aquí es espectacular. El toque mediterráneo de los sabores, siempre originales, nos resulta irresistible.
Una excursión a Akka nos lleva de golpe hacia el mundo árabe y sus inexpugnables murallas. Su historia de supervivencia y conquista. Los pasadizos subterráneos de los templarios permanecerán en mi recuerdo. Visitamos clandestinamente la mezquita gracias a un maravilloso guía de esos que hacen que de golpe recuperes la fe en la humanidad.
Blanco, Azul y verde son los colores del Islam.
Nos sumergimos en el camino de Jesús. Viajamos para ello a Nazaret, la ciudad más cristiana de Israel. Ignorante de mí, por entonces desconocía la existencia de los árabes cristianos, minoría muy numerosa en diferentes zonas de oriente medio. La ciudad nos cautiva.
El camino de Jesús recorre durante varias semanas de marcha los principales lugares que éste visitó. Hicimos tres etapas que no puedo más que recomendar.
Los críticos del senderismo argumentaran que andando se abarca realmente poco espacio e incluso algunos afirmaran temerariamente que no se aprovecha suficientemente el tiempo. No puedo estar más en desacuerdo con el concepto de viaje que parte de la base de ver lo máximo en el menor tiempo posible. Este camino es precisamente una prueba concluyente en contrario. Andando cambias el ritmo del tiempo y, por tanto, cambias tu perspectiva. Además, a pesar de ser las distancias recorridas tan pequeñas, una caminata de quince o veinte kilómetros te puede permitir visitar infinidad de pueblos y lugares diferentes a los que de otra forma no tendrías acceso.
Si mi memoria no me falla atravesamos Magdala, Canaan y Cafarnaum. Buscamos y encontramos un par Kivutz que bruscamente nos devolvieron a la mercantilista concepción de estos lugares en la actualidad. Mucho americano buscándose a sí mismo. En el camino infinitas invitaciones a café que aceptamos encantados y conversaciones para recordar toda una vida.
En Israel tienes que acabar necesariamente con dolor de cabeza pues todos y cada uno de sus habitantes tienen la necesidad de contarte su visión de las cosas. Desahogarse, justificarse, explicarse, acogerte. En pocos lugares del mundo me he sentido tan bien recibido como en Israel y Palestina. En esto no hay diferencia alguna entre ellos.
Con una excepción, los judíos ultraortodoxos, siempre a lo suyo, herméticos, fanáticos y, por lo general, hostiles al diferente.
Ortodoxos con sus trencitas y sus trajes inmutables desde hace generaciones, fanáticos palestinos, judíos ashkemitas procedentes de la Europa del este, judíos africanos etíopes o marroquíes, judíos americanos, árabes cristianos, baháis, judíos laicos, jóvenes militares, palestinos en la miseria y oprimidos, científicos de última generación, sionistas tan sionistas que niegan la existencia del estado de Israel, jóvenes fiesteros, judíos en Kivuts, israelíes palestinos, sionistas convencidos de los de Ben Gurión y claro, algún viajero despistado, como nosotros. Todos hablando sin parar y nadie escuchando. Normal acabar con dolor de cabeza. ¿En que otro lugar se puede encontrar semejante jaleo?
La noche nos cayó encima tras varias horas de caminata y un autobús salvador nos acercó los pocos kilómetros que nos separaban de Tiberias, ciudad ultraortodoxa por antonomasia. Allí los que vestíamos con ropas occidentales estábamos en franca minoría.
Playas para hombres y otras para mujeres. A veces no se enfatiza lo suficiente sobre lo conservadores que pueden llegar a ser esta gente, sin duda, al nivel de los musulmanes más radicales. Por supuesto, las mujeres debían bañarse vestidas. Para el que no lo sepa, los judíos ortodoxos, ni siquiera pueden ver el cuerpo de su mujer cuando practican sexo. Al parecer, hacen un agujero entre las sábanas que permite al órgano sexual masculino llegar hasta el femenino.
En Tiberias intimamos con un joven militar israelí que pasaba sus vacaciones en pareja hasta que acabara su permiso y volviera a incorporarse a filas. Los jóvenes judíos se enfrentan a graves contradicciones y el café que tomamos en el porche de su casita de vacaciones nos proporcionó un testimonio diferente y enriquecedor que no hizo sino plantearnos nuevos interrogantes.
Seguimos el camino de Jesús desde Tiberias donde iniciamos la apasionante etapa de Horns of Hattin. Nos perdimos por valles, escalamos montañas de cuevas macabeas y nos sumergimos en la inmensidad del mar de Galilea. De noche, nos rescataron unos colonos judíos que, muy amables, nos acercaron en su coche de manera altruista de vuelta a Nazaret.
PALESTINA
Entrar desde el norte a Palestina fue una auténtica odisea pues los militares nos impidieron el acceso en un par de ocasiones. Resultaba incomprensible para ellos por qué queríamos entrar a Palestina. Al parecer ningún viajero pretende entrar a Palestina por los pasos del norte. Tras la segunda negativa consecutiva comenzamos a desesperarnos. Más aún cuando de golpe nos encontramos en un pueblo perdido palestino que quedaba por circunstancias del destino del lado israelí.
Nos preocupamos verdaderamente cuando un grupo de salvajes veinteañeros comenzaron a sobreexcitarse más de la cuenta al ver los hombros descubiertos de Sweet. Las fotos con ella de fondo, los continuos cachondeitos y el estar en el culo del mundo, lejos de cualquier otro ser humano, nos hacían temer que la situación pudiera descontrolarse en cualquier momento. La peña vociferente, mirando de manera lujuriosa a Elena y la ausencia de ningún transporte disponible hacían el panorama poco halagüeño.
Es en estos pueblos tan perdidos donde tomas conciencia de lo auténticamente desamparados que se encuentran muchos palestinos, ciudadanos de tercera en Israel, privados de una mínimas condiciones de vida, abandonados a su suerte junto a los muros que los separan de sus hermanos del otro lado, que tampoco están mejor que ellos. Ni siquiera existe autobús alguno que una el pueblo con el mundo exterior. Una isla de miseria y desesperación.
Afortunadamente llegamos a un acuerdo abusivo con los más chungos de entre los más chungos del grupo y, pagando lo que a éstos les vino en gana, se comprometieron a acercarnos al siguiente puesto fronterizo algo más al sur. Ni fuimos robados, ni asesinados, ni nuestros cuerpos enterrados, como todo apuntaba.
Así pues, a la tercera fue la vencida y todo ello gracias a un militar israelí que se apiadó de nosotros y cerró los ojos durante el par de minutos que necesitamos para saltar al coche particular del primer palestino que vimos y que, a cambio de unas pocas monedas, nos llevó hasta Nablus.
Al norte de Cisjordania, esta ciudad es muy diferente de otras localidades cisjordanas más sureñas como Belén o Ramala. La ocupación es si cabe más evidente en el norte y el aislamiento, total.
Pasear por Nablus es una experiencia única. Solo para recorrer una calle puedes necesitar horas pues prácticamente en cada tienda, en cada casa, te obligaran a pasar, a tomar algo. A pesar de las dificultades para comunicarnos con los locales nos sentimos como en casa y es que, a veces, sobran las palabras. «Charlamos» con costureros, artesanos y hosteleros que, simplemente, nos paraban y nos invitaban a entrar.
Hicimos buenas migas con un joven palestino que hablaba un aceptable inglés y que tiraba para adelante gracias a un pequeño negocio de telefonía. Pasamos con él toda una tarde que nos aportó otra interesante visión apartada de cualquier fanatismo, de la dramática situación que se vive en Cisjordania. El rompecabezas cada minuto se volvía más complejo.
Si la llegada a Nablús de noche resultó de lo más tétrica, incluso diría, peligrosa, la luz del día nos trajo una normalidad del cotidiano que invitaba a profundizar en la realidad. Esa tarde en el parque contemplando desde las alturas la ciudad se quedó para siempre en mi corazón y en mi memoria. Elena, que pasó el rato con un grupo de mujeres bien tapaditas, se convirtió en su centro de atención. No había mezcla entre mujeres y hombres en Nablús, una pena.
Un error de cálculo nos llevó a quedarnos sin efectivo en el peor momento. En Palestina más vale llevar efectivo de sobra pues retirar dinero de un cajero puede ser un infierno. Tras realizar varias gestiones con nuestro banco en España, mágicamente, unos billetes salieron de la maquinita y nos permitieron continuar el viaje hacia el mar muerto.
De vuelta a Israel probamos la inusual experiencia de flotar, a lo grande, en el saladísimo mar Muerto. También nos rebozamos en sus arcillosas tierras y visitamos el jardín botánico costero del Oasis de Ein Gedi.
JORDANIA
El desierto nos esperaba. Los paisajes cambiaron radicalmente de Andalucía al Sahara. El viaje en minibús hasta Eilat y luego Aqaba nos trajo a la memoria ensueños de nuestra aventura por el valle de la muerte.
Como ni tenía, ni aún tengo, el carnet de buceo Open Water, me quedé con las ganas de bucear en el mar Rojo. Cruzamos la frontera jordana y tras unas arduas negociaciones compartimos un taxi con otro par de viajeros que, por lo que se ve, no me marcaron demasiado, pues apenas les recuerdo. Entre todos juntamos la plata necesaria para pagar al timador del taxista que aprovechaba la ventajosa coyuntura para hacer su particular agosto y llevarnos a la turística Petra.
Reconozco que los sitios a priori tan turísticos de entrada me echan un poco para atrás. Los sesenta euros de entrada para los extranjeros eran un auténtico abuso. Sin embargo, los acabé pagando gustosamente.
Acertamos de pleno haciendo primero la visita nocturna que nos introdujo por arte de magia en un mundo místico y ancestral. La llegada al conocido templo de Indiana Jones y el mágico espectáculo que allí preparaban anticipaba lo que al día siguiente nos esperaba al realizar la visita completa. La fecha en que fuimos fuera de la llegada masiva de turistas también ayudó.
Siempre tuve la sensación de estar solo caminando por las ruinas de Petra. Era inevitable transportarte siglos atrás e imaginar las caravanas que recorrían este punto sin igual de la Ruta de la Seda. Los turistas se concentraban en sitios muy concretos y desaparecían en cuanto andabas unos pocos metros para abandonarte en la más absoluta soledad.
Dedicar la jornada siguiente a visitar Petra nos pareció lo justo. No exagero si digo que Petra me ha impresionado bastante más que Machu Picchu, Lalibela o Persépolis.
Intuyendo Wadi Rum a lo lejos, ya de vuelta a Israel, la sensación de haber visto algo único, que se asentaría sin duda con los años, lo impregnaba todo. Para perder la cabeza definitivamente nos faltaba sumergirnos en Jerusalén.
DE VUELTA A JERUSALÉN
Y allí había que componer todo el puzzle. Pero claro, no fui capaz, no soy tan inteligente. Jerusalén no es una capital al uso de las que yo tanto detesto, son muchas ciudades en una. Hay una en cada barrio y por eso cada barrio merece que le dediques el tiempo que habitualmente dedicarías a una urbe completa. Tienes que perderte y que volverte loco. Hay un barrio musulmán, uno judío, otro cristiano e incluso uno armenio. Todos ellos a poca distancia de los otros. Son vasos comunicantes que a duras penas se comunican.
Los tesoros religiosos que cada uno de los barrios guarda en su interior son de tal riqueza que no te puedes resistir a dejarte envolver por su historia. El muro de las lamentaciones, la cúpula de la roca o el santo sepulcro no pueden dejarte indiferente. Las iglesias armenias o etíopes añaden un punto de color que puede transportarte hasta la corte de Cleopatra, el Rey David o la Reina de Saba. Y luego claro, Bob Marley y su Lion in Zion.
Sin embargo, no hay nada en ninguna parte tan alejado del mundo como el barrio de Mea Sharim de Jerusalén. Fue allí donde comprendí lo incomprensible del fanatismo religioso. Ni un musulmán yihadista se mostraría tan inaccesible al mundo exterior. Todo el mundo te miraba desconfiadamente. Estaba claro que no eras bienvenido allí. El Us and Then de Pink Floyd se me venía a la cabeza. Religión y nacionalismo, vaya par de lacras.
A Elena le llamaron la atención de malas manera en Mea Sharim por putón. Al parecer, el velo se le había movido un poco y se veía más pelo de la cuenta. Reprendí duramente a Sweet por su inmoral comportamiento y le dije que no fuera tan puta, que no entendía cómo había sido tan descuidada. Luego las violan y se quejan.
OTRA VEZ EN PALESTINA
Pasados los días volvimos a Palestina. Susurros de un moderno judío, profesional cualificado, para que no le escuchen los compañeros de autobús. Miedo a expresar una opinión no radicalizada en un ambiente claramente radicalizado. Aún no habíamos cruzado la frontera de Belén. Kilómetros y kilómetros de muro.
Tras Belén nos esperaba ese monstruo sagrado y siniestro que es Hebrón. Junto a Jerusalén allí se encuentra el meollo del problema. Y al meollo llegamos. Una ciudad completamente musulmana cuyo casco histórico y lugares sagrados tienen ocupados los colonos judíos. La multitud que se agolpa por todas partes contrasta con el siniestro y fantasmal vacío del centro histórico.
La tumba de los patriarcas en la mezquita sinagoga de Abraham es un sitio sagrado para las tres grandes religiones monoteístas. Sólo un muro separa en sus rezos a judíos y musulmanes.
Hay hombres armados en todas partes. En 1967 Israel recuperó tras la guerra de los seis días el control del lugar. En 1994 un judío fundamentalista llamado Goldstein asesinó a veintinueve musulmanes que rezaban en la tumba de Abraham.
Allí, en el centro de Hebrón, los pocos musulmanes que han resistido son hostigados permanentemente por los colonos, especialmente por los niños, que impunemente pueden lanzarles piedras, romper las ventanas de sus casas, insultarles, pegarles o hacer cualquier otra salvajada que se les ocurra. Las atónitas e impasibles caras de los soldados judíos que no tienen valor de enfrentarse a esos «salvadores de la patria y de la religión»que realizan el inmenso sacrificio de trasladarse a los lugares santos para ayudar a que triunfe la sagrada ocupación.
Recomiendo una visita a Hebron con la organización Breaking the Silence integrada por ex reservistas/ militares judíos que fueron destinados en Cisjordania y la franja de Gaza cuando hicieron el servicio militar. Dan un testimonio bastante crítico de lo que allí sucede en su experiencia y se oponen duramente a las políticas seguidas por su país, Israel, desde la segunda intifada.
En Hebrón tuvimos la fortuna de ser acogidos por varios palestinos maravillosos que nos guiaron desinteresadamente por la ciudad, nos llevaron a su casa y nos pidieron que hiciéramos noche allí en su terraza. La imagen de Hebrón cercada por las fuerzas israelíes no puede ni debe borrarse de mi memoria.
Controles y más controles, armas y más armas hasta llegar a Belén o Ramala y encontrar allí nuevos muros pintados por enigmáticos artistas que intentan devolver sin éxito la luz, el aire y hasta la vida a zonas ya demasiado muertas que solo resisten en el corazón de su gente.
Piedras arrojadas por niñatos iracundos desde sus ventanas en Hebrón nos despiden. Sed de venganza. Telas defensivas surrealistas dispuestas sobre calles palestinas que almacenan esas piedras como recuerdo del odio de los que no comprenden o no quieren comprender. Víctimas y verdugos en ambos bandos. Buena gente, en ambos lados.
La ley del mas fuerte. Matar antes de que te maten. Deshumanización del enemigo, del diferente. Sin embargo, no cabe la equidistancia. Hay unos que se están llevando la peor parte y todos sabemos quienes son. Aquí dejo mi humilde testimonio.
FIN
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Hola! Me ha encantado tu post. Se me viene a la mente un par de dudas que quizás me puedes responder.
¿Cómo gestionabas el encontrar guías para las distintas actividades? ¿Iban surgiendo las oportunidades, activamente buscábais o las llevabáis contratadas de antemano?
Y por otro lado, ¿Qué etapas recomendarías en el «camino de Jesús»?
Muchas gracias!
Buenas, Roberto:
No. Por regla general no suelo reservar nada de antemano. Las pocas veces que lo he hecho me ha salido todo al revés así q prefiero la improvisación y adaptarme a lo que toque. Tampoco suelo ir acompañado de guías aunque en Jerusalen nos apuntamos sobre la marcha a un free tour que no estuvo mal del todo (das una propina cuando acabas). Respecto al camino de Jesús me quedaría con la etapa de los cuernos de Hattin, muy escarpada y con vistas espectaculares. Cualquier otra duda que tengas no dudes en preguntar. Un fuerte abrazo, me alegro mucho de que te haya gustado el relato.