UDAIPUR
Desde Jaisalmer salimos en autobús hacia Udaipur. Justo antes de entrar a la sleeper class me doy cuenta de que no llevo papel de fumar.¡ Mierda, mierda y mierda! 15 horas sin porros cuando mi plan era entrar al bus en pleno trance. Por mucho que lo intento, la mayoría de gente ni habla inglés ni conoce la existencia de algo llamado rolling paper.
La experiencia no puede ser peor. La carretera es horrible y los baches te rompen las costillas cada tres segundos. Una tortura china para mi espalda y estómago. Después de trece horas mi cuerpo dice basta y comienzo a vomitar. La mitad del vomito se queda en la cabina, la otra mitad se esparce pegajoso a la altura de mi hombro derecho. A las seis de la mañana llegamos a Udaipur.
Nos dirigimos sin dudarlo al hotel Minerva por consejo de Silvia. El hotel está bien. Hacemos un intento de regateo que es cortado en seco por el propietario que nos deja claro que el precio son trescientas rupias y que él no es un verdulero. Aceptamos. En el hotel Minerva todo funciona razonablemente. Efectivamente, son profesionales, no vendedores de lechuga.
A las diez de la mañana nos levantamos a celebrar la navidad. Tengo el cuerpo baldao de tanto autobús pero salimos a dar una vueltecita por el lago y la parte del barrio más cercana al hotel. Tras un par de horas de trote me sigo encontrando flojo y vuelvo a la cama. Primera diarrea masiva del viaje. Toca ayuno.
Por la tarde, vamos al Jagdish Temple, un bonito templo hinduista que nos comenta un proyecto de guía con cualidades autodenominadas como profesionales. En cualquier caso hace un gran trabajo y por una vez damos una propina encantados. Luego nos lleva a su taller de pintura a regañadientes. Dos minutos y nos vamos. Tampoco decepciona el palacio del Marajá. Terminamos la tarde haciendo una travesía en barca por el omnipresente lago que casi parece ser un mar.
Conocemos a una chica canadiense y a una americana que nos dicen que viven por el mundo. No me queda muy claro a que se dedican. Con ellas vamos a una terraza cuya comida resulta vomitiva. Una sopa de tomate que todavía no puedo sacar de mis pesadillas y una pseudo comida china que no soy capaz de descifrar es lo que nos ofrecen. Buena impresión general de Udaipur en nuestro primer día.
Por la mañana, nos encontramos con Dino, el colega de nuestro Rauuul de Jaisalmer. Vamos al Nehru Park que carece de interés. Una clase de primaria entera nos rodea como si fuéramos estrellas de Bollywood. El parque Nehru está en una isla en el centro del lago.
Luego, un museo de cultura y folklore local. Diversas esculturas, máscaras, pinturas y todo tipo de representaciones de la vida cotidiana. Especialmente interesante el repertorio de dioses que tenía cabida. Vimos un espectáculo de marionetas y me compré una.
Seguía enfermo así que no comí. Me quedé dormido en el anfiteatro de conciertos mientras blanco y Toni (el chico del rickshaw) tomaban unas samosas. Me despertó un pequeñajo que jugaba solo con su viejo camello de juguete. Era un niño intocable. Llevaba un turbante colorido en la cabeza. Le invité a una samosa y estuvimos riendo un rato mientras veíamos el espectáculo de danzas tradicionales con cobra incluida.
Fuimos al palacio de Moussa en lo alto de la colina. Los días se hacían increíblemente largos. La vista era imponente con los dos lagos dividiendo la ciudad y las montañas. La rodean y crean perfiles hermosos. Definitivamente, Udaipur nos había conquistado. A pesar de no estar exenta del agobio típico de las grandes ciudades, Udaipur tiene una personalidad única. Sus gentes desprenden simpatía y buen humor.
Quedamos para cenar con Dino y Toni. Dino está ocupándose de un grupo de españoles que llevan un ritmo infernal. Pareciera que quisieran ver La India en dos semanas, nos dice. Cenamos Thali rajhastaní.