Tras la frontera de Rumanía y de la UE, cruzamos la frontera de Moldavia. Pese a nuestro estado de semiconsciencia el radar detectó que había unas tipas impresionantes en el bus. Un par de ellas con seguridad eran modelos.

A esas alturas estábamos “hasta la polla” de controles pero sobre todo exhaustos físicamente. Nos despertamos del coma ya en Chisinau. Bueno, más bien nos levantó a empujones un gorila no identificado pues éramos los únicos que quedábamos en el autobús.

Al salir me quedé petrificado por lo tenebroso del sitio. Eran las cuatro de la mañana y aquello era inhabitable, desolador e inhóspito. Hacía un frío de cojones. Cómo terrícolas llegados a la luna andamos con paso lento por las calles anexas a la estación. Un coche patrulla de la época soviética se movía “a sus anchas” dueño y señor de la ciudad.

Comenzaba a atisbarse movimiento en el mercado central. Los campesinos llegaban con sus productos que se iban colocando en sus estantes respectivos. Algunos usaban sus maleteros como mostrador. Vacas enteras despellejadas salían de los capós y se apilaban sobre los «mostradores». Las cabezas por un lado, los cuerpos por otro. Una putilla esperaba en la calle principal, sin suerte,  algún cliente.

Callejeamos y vimos alguna estatua de la época soviética. Para entonces matábamos por un café pero era imposible encontrar nada abierto.

Cuando amanecía llegamos a un cementerio y allí dormimos un buen rato. Bueno, Manu durmió y yo vigilé.  Las tumbas tenían la foto del fallecido y me impactó pasearme por allí e irles viendo, uno a uno. También recuerdo que en el monasterio de Moldovita y Voronet había cementerios. Siempre me han encantado. Cruce algunos grandes y simples, sin tumbas, solo tierra.

Mientras entreabría los ojos un desfile de chicas paseaba presignándose ante la iglesia ortodoxa que teníamos cerca. Un par de macarras aparcaron su coche a nuestro lado y permanecieron allí  mirándonos interesados. Era el momento de largarse.

Nos paseamos por las afueras de la ciudad y cotilleamos a través de las ventanas de la gente que se preparaban para irse a trabajar con sus hijos impecables luciendo sus uniformes escolares.

Luego nos metimos en una cueva del inframundo donde los parroquianos bebían vodka desde 1º horas de la mañana. El vodka entró cojonudo y nos fuimos “engustados” de vuelta al centro. La diferencia de precios con Rumanía se notaba muchísimo y si el cambio euros/leh rumano era de 1/4 con el Leh Moldavo era de 1/16.

Publicado por RASKOLNIKOV

Abogado especialista en asilo. Viajero, senderista y lector

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