Casi por inercia seguimos a otro mochilero argentino hasta el primer hostal de la lista de la Lonely Planet. Todavía no habíamos decidido si hacer noche allí. El hostal era muy acogedor y el dueño nos cayó en gracia inmediatamente. El rojo fuego que bañaba las montañas al amanecer, la fortaleza de Bundi y su imperial lago despejaron nuestras dudas. A Bundi había que dedicarle el tiempo que merecía.
En los alrededores de la terraza, decenas de monos se encaraman por los tejados de los bloques colindantes con una agilidad endiablada. Un profesor de educación física del colegio local nos explica que hay dos tipos de monos, los que tienen el culo rojo y los que tienen el culo negro.
Los primeros son más violentos. Los segundos más pacíficos y agradables. Los del culo rojo prefieren los tejados de las casas, son más atléticos y conforman una sociedad patriarcal. Los del culo negro, son esbeltos y delgados, prefieren los árboles y viven en estructuras familiares más complejas y equilibradas. Ambos clanes se odian a muerte y, aunque se toleran relativamente, no es raro que de vez en cuando se presencien auténticas batallas campales.
Como digo, en Bundi hay monos por todas partes. Probablemente haya más monos que personas.
Nos relajamos en el lago y dormimos un poco al sol. Damos una vuelta por la ciudad y nos paramos a charlar con algunos lugareños. Se nota que es un pueblo y el ambiente es mucho más relajado que en la ciudad.
Observamos a una familia de perros. En La India los perros no son de nadie. Son libres y nadie les presta la menor atención. La perra tenía seis o siete cachorritos que protegía en un lúgubre callejón. Cada uno era de un color diferente. Unas adolescentes se asoman vergonzosas por el balcón de su casa. Se esconden en cuanto atraen nuestra atención.
Un almuerzo excelente en el hostal. Butter chiken y Chiken Massala.
Por la tarde, visitamos el fuerte que es la residencia oficial de un millón de monos. La fortaleza de Bundi se encuentra muy mal conservada. Damos de comer con la mano a los del culo negro, mientras, los del culo rojo, miran a sus adversarios entre cabreados e indiferentes. Dedicamos parte de la tarde a observar a los monos. De lo más entretenido. Presenciamos escenas de cariño, de enfado, de sexo, de preocupación y hasta de ternura. Uno se daba cuenta de lo mucho que nos parecíamos.
De Bundi nos marchamos a Kota y de allí a Sawai Mondophur, puerta de entrada al parque nacional de Ranthambore.