Viaje mochilero Shiraz. Persépolis. Por libre. En solitario.
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PERSÉPOLIS: Shiraz

VIAJE MOCHILERO SHIRAZ

 

Nada más entrar en el autobús una chica joven me pregunta que de donde soy y al comprobar que viajo solo me dedica un ¡you are brave! que me hace reír. Aparentemente mi presencia provoca una gran excitación general en el bus. Los extranjeros en Irán, en determinadas circunstancias, todavía causan este efecto.

La chica parece entusiasmada y mantenemos una charla animada durante algunos minutos hasta que mi vecino de asiento nos interrumpe bruscamente diciendo secamente que quiere dormir. La chica, bastante ofendida por la interrupción, sigue hablándome cada cierto tiempo y, más sorprendente, fija la mirada en mi y comienza a dedicarme a escondidas gestos cada vez más provocativos e insinuantes. Mueve los ojos, gesticula e incluso realiza leves movimientos con la lengua.

Durante más de tres horas cada vez que miro en su dirección realiza gestos con clara intención sexual de lo más variados. La escena es surrealista dado que ella va vestida al estilo tradicional, pañuelo incluido. La cosa no queda ahí y me hace indicaciones de que luego nos vamos a ir ella y yo a alguna parte a fornicar como animales. No salgo de mi asombro.

Cuando llegamos a Shiraz, ya por la mañana, se despidió educadamente como si nada hubiera pasado, sin hacer ningún tipo de insinuación e incluso me aconsejó un «hostal» al que podía acudir. Eso sí, de hostal no tenía nada, era el hotel más caro de la ciudad (el Homa).

Ya en Shiraz y tras un par de intentos de timo por parte de dos taxistas sin escrúpulos, con afectada indignación por mi parte en plan “ni de coña me la cuelas», encontré un hotelito un tanto cutre (en mi línea) pero que no estaba nada mal calidad precio (Alghelien se llamaba) y estaba bien ubicado cerca de Shohada Square en una bocacalle cercana al hotel Irán. El precio, treinta y tres mil tomanes, no estaba mal, era espaciosa, tenía baño interior y no era demasiado ruidosa.

Como no podía entrar en la habitación hasta las once y no eran más de las ocho de la mañana, no me quedó otra que zanganear un rato por los alrededores de la fortaleza central al lado de la plaza Shohada cerca de la sede del ministerio de justicia.

Estaba tan reventado que me acabé quedando dormido en la primera sombra que encontré y desperté un par de horas más tarde. Di una pequeña vuelta que me sirvió de primera toma de contacto y en cuanto pude regresé al hotel para dejar mis cosas.

La primera conclusión es que la noche de bus me había pasado factura y dado que mi intención era tomarme las cosas con calma empecé a descartar la idea de convertir en norma lo de desplazarme por la noche.

Me levanté para comer justo a tiempo en un fast food iraní donde incluso puede disfrutar de un aceptable café. En cuanto levanté el culo, un muchacho me preguntó algo en farsi (me pasó en repetidas ocasiones) y al decirle que yo de farsi nada, comenzó a hablarme en inglés y me pidió que le siguiera. Charlamos a la carrera sin saber muy bien a donde nos dirigíamos.

El treintañero se encuentra también de turismo en Shiraz pues vive en Isfahán junto a sus padres, su tío, su hermana y los hijos de ésta. Soltero, se dedica a la contabilidad. Luego conozco a su familia, les ayudo a subir las maletas al hotel, me llevan en su coche a buscar aparcamiento y quedamos un par de horas más tarde para dar una vuelta juntos.

Cuando nos vemos me dice que quiere comprar una tele y así me veo yendo hacia un bazar a comprar una tele de plasma. Los negocios en Irán siguen agrupados por sectores por lo que ante nuestros ojos se encuentran decenas de tiendas de electrodomésticos. Según me cuenta mi nuevo amigo, las teles en Shiraz están más baratas que en Isfahán. El precio de los electrodomésticos no me parece barato y por lo que deduzco una tele equivale al sueldo de varios meses de un trabajador medio.

Volvemos a Shohada square donde nos ponemos a jugar al voley con unos chavales. Hacemos una eliminatoria y quedo el segundo (talento natural para el street voley?)

Nos despedimos pues tampoco se trataba de la típica amistad para toda la vida. Luego intercambio algunas palabras con un extraño estudiante.

Me dirijo al gran bazar de Shiraz. Presencio la actividad de un curioso mercado negro de trueque. En el mismo unas cien personas intercambian objetos personales o de contrabando. Otros objetos se venden simplemente.

Luego paseo por una zona de callejuelas históricas muy tranquila en las proximidades del bazar. Visito una escuela coránica y bromeo con los niños que juegan al balón.

 

PERSÉPOLIS

 

La mañana siguiente toca Persépolis. Al final consigo acompañante. Se trata de una licenciada en bellas artes alemana que vive en Florencia. Como conductor tenemos a un personajillo con cara de dibujo animado llamado Mortensa de origen iraquí que con su mera presencia nos alegra el trayecto. Con la alemana hablo de mascotas y del interesante concepto de países «dog friendly» y las posibilidades de viajar con nuestros animales. La chica, al parecer, tiene muchos amigos artistas en Teherán donde la vida cultural es muy dinámica.

Persépolis merece una vista pero en mi opinión no está al nivel de otros monumentos emblemáticos de otros países tipo Petra o Lalibela. Tras la vista a Persépolis vamos a Orustaq (tumbas interesantes y un falso monumento zoroástrico). A la vuelta quedo con la chica alemana a las 8.

 

OTRA VEZ SHIRAZ

 

Me pierdo por la ciudad dirección infinito y más allá. Aprovecho para visitar los jardines del poeta Hafez y otros jardines que ofrecen una aceptable panorámica de la ciudad. En ellos veo la puesta de sol y decido subir hasta lo alto de la montaña para tener una panorámica. La subidita no era ninguna tontería. No tengo cojones para llegar hasta la cima pero si que llego bastante alto.

Más tarde, cuando intento bajar. Me veo atrapado en un laberinto de caminos que llevan hasta un pedazo de hotel. La única posibilidad de salir de allí sin volver a subir es entrar al hotel, pero no puedo pues hay una valla enorme. Se plantea una situación bastante cómica pues los bañistas de la piscina me miran interesados.

Tengo que pedir a unos chavales huéspedes del hotel que me ayuden a saltar la valla pues me encuentro atrapado. Finalmente, a costa de mi camiseta favorita que se queda enganchada, consigo encaramarme a la valla por un lateral y paso al otro lado. Para entonces soy claramente una atracción de feria, a pesar de lo cual, intentando conservar un mínimo de dignidad, cruzo la piscina, entro dentro del lujoso hotel con todas mis pintas (camiseta raída incluida) y me largo de allí como puedo.

No llego a la cita con la alemana.

Por la noche fui a cenar en una casa tradicional recomendada por la Lonely lanet. Como suele ocurrir cuando haces caso a las guías, el sitio es muy bonito pero no deja de ser un gueto turístico. La cena no estuvo mal. Me encontré a la chica alemana y le pedí disculpas por no acudir a la cita, si bien ya le había avisado de que no me esperara si no llegaba.

Para llegar hasta el Yimesh tuve que recurrir a la amabilidad de otro iraní que con su moto me llevó hasta el lugar que era muy complicado de localizar.

Al regresar al hotel para irme a dormir, un joven iraní me propuso quedar al día siguiente para ver el partido en el que se jugaban la liga el Atlético de Simeone y el Barça. Me comentó que posiblemente pudiéramos ir a verlo a un sitio que conocía.

Estaba a gusto en Shiraz y decidí seguir otro día más. Me levanté relajadamente al día siguiente y bajé a tomar algo. Para mi sorpresa me encontré a Jesús y Laura, los chicos de Burgos paseando por la calle. Vaya! Al parecer Irán es un pañuelo!

Los burgaleses, haciendo una ruta totalmente opuesta a la mía (de norte a sur) se encontraban conmigo a medio camino. Les propuse que fuéramos juntos a la mezquita sagrada de Shorge no se qué que estuve a punto de perderme por desconocer su enorme importancia.

El lugar, uno de los más sagrados del Islam en Irán junto a Qom y Mashad, me impactó profundamente. Se respiraba espiritualidad. La amplia mezquita no tan antigua como otras, era bellísima. El exterior con el azul celeste de sus azulejos transmitía paz y el interior con sus juegos de luces y brillos tremendamente ostentoso, lujoso y hasta un poco hortera no podían dejar indiferente a nadie. En el interior de cada uno de los laterales se encontraban las tumbas de los hermanos del Imán Reza.

Personalmente las mezquitas de Irán me han parecido impresionantes. Los chia son además muy tolerantes con los visitantes y al contrario de lo que ocurre en la mayoría de los países sunnis, no ponen objeciones para que te sientas como en casa y disfrutes de sus templos.

Nos relajamos tanto dentro como fuera de la mezquita. Un guía local se ofreció gratuitamente para mostrarnos uno de los laterales. La visita se acabó prolongando algo más de dos maravillosas horas. Nos dirigimos de vuelta a mi hotel pues yo había quedado con el iraní para ver el fútbol y los burgaleses querían preguntar sobre posibles transportes hacia Persépolis. Al final fuimos a ver el último partido de liga a la habitación de Ali que así se llamaba el chico iraní y apenas prestamos atención al fútbol pues nos enredamos en una entretenida conversación sobre lo humano y lo divino. Ali era una persona muy preparada que tenía muchas ganas de conversar. El Atleti quedó campeón de liga.

 

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