¡Que cesen las palmas! ¡Que muera la vida! Eso pensaba el coronavirus. Yo, escuchaba jazz japonés. ¿Me necesitabas o me querías? Una patada en el estómago. El desapego era deseable, e imposible. Todo se había perdido. La vida sabía a plástico. Más aplausos. Más voces en japonés. Más coronavirus. ¿Cuánto aprenderíamos de esta lección? Para mi …