Viaje mochilero valle de Ilhara
El jueves me dirigí al valle de Ilhara ya fuera de la Capadocia. Se trata de un precioso valle que surge de una falla que ha provocado un tajo espectacular en la zona de Aksaray. Dado que renuncio a unirme a una de esas excursiones grupales que te ofrecen por todos lados me veo obligado a buscarme la vida como siempre. Lo primero es llegar a Aksaray. A la una estoy allí.
Desde la estación nueva debo coger un autobús de línea hasta la estación vieja que es desde donde salen los autobuses para el valle. En la estación de ski (ski significa antiguo en turco) charlo animadamente con un grupo de trabajadores que chapurrean algo de inglés. Un chaval joven que trabaja en unos baños termales de la zona se ofrece a acompañarme. Está entusiasmado por el hecho de conocer a un extranjero. Al contrario que en la Capadocia aquí nos encontramos en una zona muy poco turística. Sobre las tres llego a Ilhara. Unas chicas del pueblo me miran con extrañeza y finalmente me ubican, aunque no demasiado.
El valle responde sobradamente a mis expectativas. Me equivoco y durante cinco kilómetros ando en sentido contrario. Tengo que desandar los cinco kilómetros y hacer lo catorce inicialmente previstos, siete a Belirsima y otros siete hasta Selimi. Aunque al principio dudo que consiga llegar a Selimi, según voy cogiendo ritmo tomo conciencia de que es viable llegar antes del anochecer. Hasta Belirsima hay bastante movimiento de turistas nacionales. A partir de allí, hasta Selimi, casi nadie. Ésta última parte es la que más me gustó. En un momento dado no me quedó más remedio que hacer equilibrismos sobre un tronco enorme que me sirvió para poder cruzar al otro lado del río que recorría el valle. Impresionante fue también la vista del monte Hassan.
Y hablando de Hassan, así curiosamente se llamaba también el muchacho que conocí en la última parte del trekking. Según me contó, había quedado con un amigo de la zona (él era de Konya) para ir a cazar. La falta de cobertura les había jugado una mala pasada y al final no habían podido encontrarse. Este turco, para variar, hablaba un inglés correcto. Trabajaba a la vez que finalizaba sus estudios de perito agrícola.
Antes de desplazarme al valle de Ilhara ya sabía que tendría un problema gordo a la hora de volver. Decidí pensar que, como tantas veces, la solución aparecería sola. Hassan fue mi solución. No tuve ni que hacer autostop pues él iba hacia Aksaray en su camino a Konya. Otro ejemplo de mi legendaria buena suerte.
Le invité con mucho gusto a cenar en un night club un poco putero que encontramos a las afueras del valle. La comida y el par de pitillos que me fume me sentaron de maravilla.
Montamos en su viejo coche que, según me contó, había comprado de segunda mano hace escasamente un par de meses. Hablamos en el viaje de vuelta de lo divino y de lo humano. Era un chaval de espiritualidad especialmente arraigada. La charla me sirvió para seguir componiendo el complejo puzzle del Islam y sus diversas corrientes. Creo que era votante de Erdogan aunque no lo dijo claramente.
Llegué muy bien de tiempo para montarme en el bus nocturno que iba a la sagrada ciudad de Urfa.